La vida de la pintura
Fragmento
Roberto Amigo
En 1967, año de producción intensa, realizó una naturaleza muerta, no exenta de lirismo, con una paleta más amplia y luminosa. Si en este año clave predominó el pensar la imagen del padre, en el arte y en las ideas, no debe extrañar que haya aparecido la cita pictórica a Van Gogh. Esta naturaleza muerta no presenta el retrato del artista. El retrato ausente —el rostro icónico— se encuentra suplantado por una de sus obras más populares, con la que se asocia inevitablemente su nombre.
Están ahí los girasoles, sobre la mesa. Alonso no reproduce la obra célebre, propone una reflexión sobre el arte de la pintura. Así, sobre el caballete se encuentran otros girasoles esbozados para que vivificar la tradición. El título Las flores del estudio juega con la palabra última: entendimiento, aprendizaje, boceto y taller. A la par, la estructura de la composición, sobre la que despliega y penetra la naturaleza muerta, enuncia que la pintura es pensamiento sobre un modelo, un orden mental. Por otra parte, la naturaleza muerta de flores tiene la carga simbólica de la vida efímera, de la vanitas. También es la apertura a un tema que se desliza entre las otras series: la mesa de trabajo, con los atributos del oficio como naturalezas muertas, cuyo mayor despliegue es logrado en las mesas de trabajo de Courbet.
En 1977 Alonso envía a Buenos Aires su producción europea realizada en el exilio. La muestra Visita guiada, en el mes de mayo, en la Galería Imagen, es un recorrido por la obra de los grandes maestros. Alonso hace un alarde de la copia: no le interesa lograr una síntesis formal, dentro de su pintura. La figura, en algunos casos, se interpone entre la imagen heredada y el espectador. Es interesante una variante que introduce: la representación discontinua, como si fuera el paso de un
fotograma, sin el encuadre pleno.
La serie El viejo pintor, iniciada en 1978, representa a Pierre-Auguste Renoir, el pintor impresionista, postrado en una silla de ruedas, que debe atar los pinceles a la mano para continuar pintando, o simplemente de paseo guiado por una enfermera. Alonso toma como fuente visual las fotografías de mediados de la década de 1910, tal vez también los films mudos de Sacha Guitry, insertos en el documental sobre Ceux de chez nous de Frédéric Rossif, de 1952.
Es la vida dedicada a la pintura hasta la última instancia lo que convoca a Alonso a traerlo al presente. No hay identificación política (Renoir era un conservador, seguidor de Barrès, de la derecha francesa) ni emulación estilística. Es la idea de una comunidad de pintores que supera el límite ficticio del tiempo.
Gustave Courbet es otra imagen histórica: la del artista que reúne vanguardia política y artística.
Sin embargo, Alonso no representa al Courbet que puso su gloria al servicio de la Comuna de París en 1871, condenado a la prisión, al exilio y al olvido hasta la muerte. En la pintura de Alonso, Courbet es el artista con su caballete frente a los bosques, que pinta fielmente en la tela, o el que tiene la mesa de trabajo cubierta con frutas para naturalezas muertas, entremezcladas con las herramientas y materiales del oficio.
Courbet es el deseo de la pintura en plena vitalidad. Uno de los cuadros más interesantes de la vejez de un pintor es Cataratas, de 1986: Monet se encuentra en el fondo de la tela, la manta que lo cubre ocupa la mayor parte de la escena, el estampado parece proponer una abstracción resultado de los problemas de visión del artista. También Monet había sido filmado por Sacha Guitry en los jardines de Giverny. La vejez y la muerte son una constante en la mirada de Alonso; la obra dedicada a Egon
Schiele logra potenciar la extraña delicadeza de las fotografías del artista muerto en su cama en 1918.
Como homenaje por el centenario de la muerte de Van Gogh, en 1990, Alonso realizó la exposición El pintor caminante en el Museo Nacional de Bellas Artes, reflexión sobre el posimpresionismo y su captura de la naturaleza, además de la constante indagación sobre el artista y sus actos. En esta serie, que acrecienta al año siguiente, entrelazó la tradición europea con la pictórica argentina, activa desde su lugar en Unquillo, las serranías cordobesas.
La muestra recupera el paisaje en su autonomía desde el goce de lo pictórico, donde se borra la distancia entre la naturaleza y la pintura. También revisita temas ya constantes como la modelo desnuda en el taller, en una secuencia de tres posiciones con sutil erotismo, o con el giro sorpresivo de Van Gogh mirando un desnudo de Munch y Cataratas Nro. 1. V.G. visita a Monet. Visitas entre artistas que obligan a pensar en una historia del arte
paradójicamente sincrónica.