Alejandro Puente comenzó a observar en detalle las formas y objetos del arte prehispánico en los tempranos años sesenta. Esta fijación surgió, según su propio testimonio, al observar el amplio repertorio del arte indígena peruano. Puente describe su encuentro con el legado material del pasado como una “experiencia estética profundamente estimulante”, una suerte de sobresalto ante una serie de objetos cuya dimensión simbólica le era hasta entonces desconocida.
Este primer acercamiento, marcado por una síntesis entre contemplación e incertidumbre, se convirtió en las décadas subsiguientes en una de sus principales líneas de investigación artística. Puente convirtió ese primer impacto emocional en una reflexión plástica de los materiales y formas constructivas del arte prehispánico localizado en ciudades
antiguas del hemisferio americano.
Los inicios de Puente en la exploración plástica del repertorio material del pasado prehispánico coinciden temporalmente con el surgimiento de nuevos métodos y tecnologías para la excavación arqueológica. Tales avances tuvieron como trasfondo acuerdos económicos trasnacionales y un activo intercambio de conocimientos entre especialistas ubicados en distintas latitudes del mundo occidental.
En este período histórico, mejor conocido como Guerra Fría, historiadores del arte como George Kubler y arqueólogos como Robert Heizer formaron extensos equipos de trabajo con el fin de localizar monumentos antiguos que comprobaran nuevas hipótesis acerca de las auténticas culturas madre de la sociedad contemporánea. Sus hallazgos de masivas cabezas olmecas en zonas arqueológicas del sureste de México, fueron el emblema de sus excavaciones y la base material para elaborar narrativas alternas a las anteriormente asentadas en torno a las raíces indígenas.
Enmarcada en este contexto, la obra de Puente puede verse también como un argumento que buscó reformular la noción del origen “primitivo”. Partiendo de distintos soportes artísticos, Puente introdujo la pregunta sobre cómo el potencial del arte nativo podía resurgir en una época marcada significativamente por las fuerzas de sofisticadas tecnologías de construcción, transportación a alta velocidad, expansión urbana y una alta especulación en torno al uso y propiedad del patrimonio. Para elucidar las intervenciones de Puente en dicho marco cultural explicaré tres de las estrategias empleadas por el artista: apropiación, sistemas y estructura.
Apropiación refiere a la utilización que Puente hiciera de materiales propios del lenguaje plástico de los indígenas, como las plumas. Desde principios de los sesenta hasta mediados de los ochenta, Puente realizó una serie de obras sin título empleando plumas sobre arpilleras.
Al apropiar tales materiales, compuso una serie de umbrales al pasado indígena, evocando también el sentido mítico que tuviera el arte plumario. Originalmente las principales funciones de esta vertiente artística fueron la representación de deidades asociadas con el aire, indicar determinados estatutos sociales y contribuir a prácticas rituales.
Al recordar tales connotaciones, Puente recuerda el potencial de materiales primitivos para estimular la imaginación hacia el pasado. Es a partir de materiales sumamente frágiles, quizás no tan comunes en los museos de historia antigua, que Puente intenta recomponer un vínculo de nuestra época contemporánea con las civilizaciones remotas.
Sistemas refiere a los patrones geométricos y cromáticos que Puente recobrase del arte indígena y plasmara en su obra pictórica. En piezas como Unku (1973), Pachacutec (1979) y Yayahuala (1978), Puente establece un repertorio de códigos reticulares presentes en objetos del arte antiguo como textiles, cerámicas y construcciones arquitectónicas.
Al retomar tales composiciones, Puente genera un ejercicio dialéctico: trae al presente repertorios visuales del pasado y, con ello, articula en un horizonte actual la mirada reticular que existía en las comunidades artísticas del legendario pasado.
Por último, la noción de estructura alude a formas constructivas presentes en piezas como Kathino (1989), Luan (1994) y Uculla (2000). Estas obras sugieren de inmediato tanto los masivos templos en monumentales ciudades antiguas como los paisajes naturales que los rodean. Sin embargo, es posible establecer una analogía entre el proceso de creación de estas piezas y los métodos constructivos empleados por las sociedades nativas en la elaboración de sus construcciones.
En un inicio, tanto las pinturas de Puente como las construcciones arqueológicas que sirvieran como su fuente de inspiración, partieron de una estructura geométrica inicial como base para componer el resto de la obra. Puente establece así otro tipo de nexo con los procesos artísticos utilizados por los arquitectos de los antiguos reinos. Aunque esta arquitectura permaneció oculta por varios siglos, arqueólogos y artistas se han encargado desde hace varias décadas de revelar los métodos para la elaboración de sus capas estructurales y texturas tectónicas.
Más allá de buscar unificar dos temporalidades aparentemente opuestas, Puente elabora una dimensión pictórica en la cual la herramienta para dialogar con el presente contemporáneo son las profundas raíces históricas. Tal práctica simbólica ubica a Puente entre los artistas latinoamericanos que se asumieron como autores de una noción expansiva de la historia: los espacios y objetos del pasado no son parte de un momento estático. Todo lo opuesto: son un instrumento con la capacidad de enriquecer y problematizar nuestra percepción del presente.
Cristóbal Jácome-Moreno
Historiador del arte.
Candidato doctoral en Center for Latin
American Visual Studies, The University of Texas at Austin.