Libertad 1240 PB 9. Buenos Aires.
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Lun a Vie de 11 a 13 y 15 a 20 hs. Sab de 11 a 13.
Del 04 de Agosto al 29 de Agosto de 2009 - Entrada: libre y gratuita
Texto de J. M. Taverna Irigoyen - Presidente de la Academis Nacional de Bellas Artes /
Por sobre lo táctil de la materia, los ojos hacen un ejercicio de visión del que no escapa lo háptico, lo esterognósico. Sutilmente, la mirada toca. Es una suerte de penetración sensual no consciente, pero que busca que la forma que se ofrece, el objeto, la concepción aérea o del muro pueda ser atrapada y reconceptualizada más íntimamente.No sólo las esculturas deben tocarse (siempre:mucho antes de aquél ovoirde para ciegos concebido por Brancusi),sino muchas otras ofertas de la chose esthétique. María Suardi invita a este encuentro integrador de estímulos, de semiosis. Sus formas pictóricas tienen peso y altura; tienen cuerpo y latido; tienen color y materia.
Para ver y tocar -por sobre concepciones objetuales puras- porque hay que saber más de ese cuerpo, de ese latido, de esa materia que, en su caso, es asible, no virtual. La geometría euclidiana continúa alimentando su trabajo, su acción. Pero es una geometría que, a más de revisitada, se impregna cada vez más de una madura energía. Son planos vivos los que ella construye.
Son objetos que proyectan una trascendencia mítica esos paralelepípedos armonizados. Son un lúdico pronunciamiento sus rompecabezas en que la forma ritma gracias a cromatismos exactos, elegidos. ´La circunferencia ( homenaje quizá a los perfectos tondos renacentistas) se anima de cuadrados que se articulan entre sí. Perfectos. Oponiendo blancos y ocres, grises y azules ensordinados.
En retículas contenedoras de triángulos que se ensamblan modularmente. Y sobre cuyas superficioes, el color plano, engamado o texturado, juega asociaciones y contrapuntos Texturas enarenadas, de carborundum, con improntas collagistas, sobre las que Suardi impone una energía contenida y puntual. Exacta como un signo. Una energía conjugadora de partes, en que el gesto quizá desaparece para dar lugar al sortilegio.
Esa otra instancia de lo imprecisable, del equilibrio y el orden, de la fusión de realidad e invención. Las auras de Malevich y de Albers tornan a estar presentes en estos trabajos de Suardi, tan concebidos desde su más exacta intimidad. Estos trabajos regidos, pero no sometidos al orden. Estos trabajos en los que el equilibrio de las partes acepta la universalidad del todo, y asocia / distribuye / redimensiona / ensambla / desarrolla energías perceptuales.
Tocar para ver ese muro que se yergue en el objeto. Ese muro que sobresale para ofrecerse en lo sensorial y en lo sensitivo. Ese plano que, aún sin espesor, sin carnatura, puede en las obras blancas, concebidas sobre un replanteo de los códigos del Braile, convocar a los pulpejos de las manos.