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Boedo 880. Buenos Aires [mapa]

Territorios

Muestra colectiva

Del 21 de Abril al 29 de Abril de 2012 - Inaugura: 19hs  - Entrada: libre y gratuita

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TEXTO CURATORIAL

 
  • Lucas Marín

La tierra tiene grabada su propia memoria, los bordes de los continentes guar- dan la clave, el encastre que alguna  vez los mantuvo unidos en la Pangea*. Nuestro  país  es como otro puzzle  que  buscamos reconstruir y comprender. Voces y colores de diferentes timbres, historias y suelos se abren como deco- rados  teatrales: cataratas, montañas, sierras, planicie, tierra  roja, desierto, ríos y mar.
Las obras  de los artistas aquí reunidos plasman diferentes territorios desde perspectivas singulares y nos hablan de una misma tierra:  presente y memo- ria que vuelve a nosotros como mapas que se asientan en nuestra retina.

 

Duilio Perri nos presenta La batalla de San Carlos, aquella lucha que anticipa la llamada Conquista del desierto donde  el ejército argentino vence al Cacique Calfucurá, haciendo replegar definitivamente la resistencia de los indígenas y debilitando a quien  supo  ser el cacique  de mayor fuerza  contra  la avanzada civilizadora.  Este hecho  histórico nos habla  de un país  que se asienta sobre grandes matanzas y nos hace interrogar sobre  el suelo que pisamos. Calfucurá significa  en mapuche piedra  azul (tal el título  de la otra  obra  que muestra el artista) piedra  de poder de la que se dice el cacique  sería su doble corpóreo, su  emanación. Una antigua leyenda gira  en  torno  a esta  piedra mística como un secreto de una cultura milenaria.
Duilio se posiciona del lado  de la barbarie  como una  respuesta ideológica y formal a los exterminios que formaron parte del proceso civilizador en nuestro país. Toma el camino opuesto de lo que representa el cuadro la vuelta del Malón de Della Valle. Sus trazos son como lanzas y aquella piedra su estandarte.

 

En la obra de Juan Doffo notamos la persistencia de un territorio: Mechita, su pueblo  natal  (en la prov. de Bs. As.). El artista vuelve a él como si fuera  un tablero poético  donde  librar luchas espirituales y existenciales. En ese espacio es  el fuego  el gran  personaje, condensando múltiples sentidos en este elemento: símbolo de transformación y regeneración, espíritu de la luz del sol, metáfora del  deseo erótico.  También podemos pensar que  el  fuego  es  la primera tecnología del hombre, un poder que usará para modificar la materia y encender motores.

 

Aquí vemos la obra El árbol del olvido, una fronda  negra  de un árbol gigante ocupa  el centro  del cuadro; abajo  en el pueblo, siete  fuegos  le convidan  el color al cielo. Una tierra vivenciada, un árbol mítico y las llamas  encendidas. Triple canto de luz y sombra, una manera de hablar de la tierra como árbol, del hombre  como fuego.
La canción  dice: “… Para no pensar  en vos en el árbol del olvido / me acosté una nochecita  / vidalita,  y me  quedé bien  dormido.  / Al despertar de aquel sueño  / pensaba en vos otra vez / pues  me olvidé de olvidarte  / vidalita,  en cuanto me acosté.”

El fuego hace lo suyo con la materia, pero la memoria de lo que se ha amado en esta  tierra  es de una  substancia diferente y no se borra  fácilmente. No hay árbol que nos haga  olvidar, no hay fuego, llevamos  la historia en noso- tros.  Y como el árbol,  crecemos hacia  la tierra  de lo que  fuimos  y hacia  el cielo de lo que seremos.


*Pangea  fue el supercontinente dado por la unión de algunos continentes actuales que se cree que existió durante las eras Paleozoica y Mesozoica, antes de que los continentes que lo componían fuesen separados por el movimiento  de las placas tectónicas y conformaran su configuración actual.
 

 

Lucio Bochi nos muestra dos  fotografías, una de un rancho  en Santiago del Estero y otra de un rancho en Catamarca. Lucio ha recorrido  muchos  paisajes registrando con su mirada  antropológica los más variados suelos y culturas ancestrales de nuestro país. Actualmente reside en Mendoza pero va regular- mente  al norte  donde  ha inaugurado recientemente el Museo de Los Cerros (de Fotografía) en  la Quebrada de  Huichaira  en  Jujuy. Lucio viaja  y parece buscar una  unidad espiritual en  la multiplicidad de  colores  y pueblos que recorre.  Aquí vemos el interior y el exterior de dos ranchos, la tierra converti- da en hogar,  texturas del amparo.

 

Adrián Paiva vive en el Tigre y su pintura  es un reflejo directo  de su entorno. Matorrales y malezas dan la idea de bosque. Adrián sale a pintar al aire libre como la antigua práctica de los impresionistas pero a diferencia de ellos intui- mos que él no persigue la luz sino el silencio. Trazos enredados, ramas y folla- je superpuestos van dibujando espacios, intersticios, y en ese orden aleatorio notamos que reposa un limbo. Dicen que en el Delta existe el mal del sauce, la mezcla de los verdes, los sonidos, el clima, te van adormeciendo y captando, y es  así  como  te  vas  convirtiendo en  un isleño.  Un encantamiento similar tienen   sus  obras, algo  nos  envuelve  en  una  extraña contemplación, una suspensión del tiempo,  como la que sentíamos de niños frente a la naturaleza. El diseño azaroso aparentemente caótico de los sauces, lianas, pajonales y enramadas termina mostrando una belleza sagrada, como la escritura de un dios  que nunca  es simétrica. Y en los claros  de esos  bosquecillos se oye el rumor del río, como una forma potenciada del silencio.

 

Luciana Colacci trabaja sobre  la idea  de  horizonte, en  sus  obras  notamos planos que van reposando unos sobre  otros como si fueran capas terrestres. Percibimos diferentes calidades en esas superficies, cada una con su textura y su  color  (rojo,  turquesa, plateado, cobre,  tierra).  Estas particularidades están reforzadas por la utilización  de  diferentes materiales como:  acrílico, esmalte sintético, pastel al óleo,  barniz  y laca  y además con metales como aluminio,  plomo, cobre y bronce. Con una mirada  mineral Luciana superpone horizontes, placas de tierra,  planos que  parecen de cielo,  y otros  de agua, todo con la misma jerarquía. Da la sensación que las capas pueden ser inter- cambiables, cielo abajo, agua  arriba,  tierra  entremezclada, como si fueran arenas y distintas materias apiladas en un terrario.
El horizonte (signo identitario de nuestra llanura pampeana) siempre se aleja cuando caminamos hacia él, pero ¿es que está  fuera de nosotros?

 

Piedras azules, árboles negros, casas de  barro,  verdes  sauces, horizontes policromáticos, la tierra habla  así en su piel y a través de sus artistas.

 

Finalmente a todos  los territorios los une la intemperie. Recuerdo  a nuestro poeta Juan L. Ortiz en estos versos, se refería a la poesía pero se puede trasla- dar al arte y a la vida:
No olvidéis  que  la poesía, / si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva, / es asimismo, o acaso  sobre  todo,  la intemperie sin fin /cruzada o crucificada,  si queréis, por los llamados sin fin / y tendida humildemente, humildemente, para el invento del / amor...

 

Lucas Marín
Abril 2012

 

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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