En cada hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a ser, otro hombre.
Octavio Paz, El laberinto de la soledad.
Una línea delimita figuras, traza perspectivas, define volúmenes, establece grosores, más veloz o más calma, cerrada o abierta, estilizada o robusta. Seguirla constituye una posible guía para recorrer el presente conjunto de dibujos, pinturas, grabados y esculturas de Adolfo Pérez Esquivel, realizados entre 1950 y la actualidad.
Ella permite adentrarse en escenas que vislumbran identidades y culturas, la vida urbana, las luchas sociales, la fe religiosa de los desamparados, la guerra, el límite por momentos demasiado lábil entre vida y muerte, las dictaduras y las desapariciones, las manifestaciones artísticas de los pueblos, la mujer y los afectos familiares.
Pérez Esquivel ha sido artista desde siempre, si bien su nombre se asocia principalmente en todo el mundo con la defensa de los derechos humanos, la democracia y la no violencia, lo cual le valió el Premio Nobel de la Paz en 1980. El arte fue una necesidad desde pequeño, que formalizó como estudiante de bellas artes en las ciudades de Buenos Aires y La Plata.
Durante más de dos décadas ejerció la docencia en los distintos niveles educativos hasta su desaparición forzada en la Argentina, en 1977, por parte de la última dictadura militar. Tras recobrar la libertad no retomó la enseñanza artística –la dictadura lo había dejado cesante en sus cargos–, pero continuó creando. “Manifestarme a través de las obras es parte de la vida. Tiene que ver con todo lo que hago y pienso”, sostiene.
Nunca hubo escisión, en su caso, entre arte y lucha. Los dibujos en tinta, las xilografías, las pinturas en acrílico, acuarelas y las esculturas en bronce, madera, mármol y cemento descubren distintas etapas estilísticas con propuestas plásticas cercanas tanto al realismo como a las vanguardias, sobre todo de raíces latinoamericanas, pero con soluciones formales propias.
En sus trabajos resuenan ecos del arte moderno rioplatense, de la obra de Antonio Berni y su Juanito Laguna, del muralismo mexicano y del local del grupo Espartaco, entre otros. Una obra que se expandió, además, en el espacio público con esculturas y pinturas murales emplazadas en instituciones y lugares de rescate de la memoria y de la historia de América Latina y de Europa. “La vida va cambiando mucho y lo lleva a cada uno por otros caminos. Hay que estar atento a esos llamados”, reflexiona el hombre que no duda en ser y volver a ser en su acontecer histórico.
La trayectoria artística y de vida de Adolfo Pérez Esquivel propone en todo momento renovados rumbos alentada siempre por un mismo compromiso humano.
Lic. Laura Casanovas / curadora