“El paisaje se piensa dentro de mí y yo soy su conciencia” i.
Paul Cézanne
La naturaleza se piensa dentro de Nat Orlowski y ella es su conciencia.
La artista trata la propia naturaleza como si fuera una obra de arte. Paisajes abstractos de gran tamaño que envuelven y contienen todo nuestro ser dejando al descubierto la fragilidad de nuestra existencia.
“Pinto cuadros de gran tamaño. Soy consciente de que históricamente la pintura de gran tamaño revela una manera de pintar grandiosa y pomposa. Sin embargo, la razón por la cual yo las pinto, es precisamente porque quiero ser intimista y humano. Pintar en pequeño formato es colocarse por fuera de la experiencia de arte. Sin embargo, al pintar una obra de gran tamaño, uno está dentro de ella” palabras de Mark Rothko en una conversación con el crítico de arte Seldem Rodman en el año 1952ii.
Así como Rothko pintaba sus cuadros para crear “un estado de gran intimidad”, las vastas pinturas de Orlowski invitan a una profunda reflexión intimista entre quien las observa y la naturaleza que nos abarca.
Al adentramos en la sala donde se encuentran expuestas estas inmensas telas colgadas del techo nos sentimos contenidos y abrazados por esa naturaleza que se devela silenciosa pero grandiosa en todos nuestros sentidos, no sólo a través de la vista, sino también del aroma a otoño que emana de las hojas secas de liquidámbar esparcidas por el suelo.
Es una experiencia única recorrer la sala en silencio, podemos percibir el sonido de las hojas que crujen y quizás algún murmullo de la naturaleza que surge de alguno de los cuadros como un llamado de atención que nos interpela y nos hace reflexionar sobre aquello que nos rodea y no siempre sabemos ver o cuidar. Rumores que sumergen al espectador en un espacio de dimensiones inabarcables.
Son cuadros pintados al aire libre bajo el tajante sol del verano que interviene en los pigmentos que la artista selecciona meticulosamente jugando en cada caso con una paleta diferente. Telas extendidas sobre el pasto que se nutren del trazo libre del pincel que las recorre y esperan silenciosas la impresión del pigmento sobre su superficie. “Si no hay sol, no hay obra” dice Orlowski habilitando así la percepción de plenitud que trasmiten sus obras, la misma sensación de inmensa alegría que sentimos cuando los rayos del sol acarician el alma. A veces, en esas manchas de color que la artista realiza con maestría, se insinúa una presencia y nace tímidamente quizás un brote, quizás una hoja, quizás una flor. El hecho de que las telas no tengan marcos y estén expuestas sin bastidor, sin límites, potencia sus valores y las acerca al espectador de manera libre y genuina.
“La visión del pintor es un nacimiento continuado”iii dice el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty queriendo explicar que el pintor ve cada día el mundo con ojos nuevos y nuevo es para él, a la vez, en su mundo, el mundo que ve, cada día. Tal es el caso de Orlowski que transmite a través de sus paisajes abstractos una visión que no niega el “nacimiento continuado” de una naturaleza que celebra.
“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”, la artista cita a Pablo Neruda cuando habla de su obra que flota en el espacio como suspendida en el tiempo. Obra que susurra la fuerza de una naturaleza que vuelve de manera insistente, sin pedir permiso, imponiendo su verdad.
Y entre tela y tela se revela la vida. La vida que fue y que vuelve a ser. Porque con los huesos encontrados en sus expediciones plein air la artista construye nuevos seres que nacen de lo que la propia naturaleza otorga. Huesos, ramas y flores secas, semillas, troncos, maderas, chapas, hierro y hasta una rana disecada. Elementos intervenidos que forman seres imaginarios que despiertan un diálogo con quien los observa. Son instalaciones orgánicas que nos cuestionan desde sus estructuras con orificios, texturas y encastres que parecen frágiles como la vida misma.
Es en ese viaje interior de cada uno donde se evidencia la fuerza de la belleza de la obra de Orlowski. Toda obra de arte celebra lo bello y frente a ella nos emocionamos. Es en ese juego de emociones y sensaciones donde se produce la magia, donde la verdad se manifiesta. En la obra de Nat Orlowski la verdad de la naturaleza se despliega sobre sus telas y se exhibe en sus seres imaginarios.
Marie-Anne Gilotaux
______________________________________________________________________
i Céazanne, Paul, citado en, Merleau-Ponty, Maurice, “Le doute de Cézanne’ [1945}, en Sens et non sens, Nagel, Paris, 1948, pág. 44, citado en Berger, John, “La apariencia de las cosas”, GG, Barcelona, 2017, pág. 174.
ii Diane Waldman, “Mark Rothko, 1903-1970 A Retroscpective”, The Salomon R Guggenheim
Foundation, 1978, pág. 62.
iii Merleau-Ponty, Maurice, “L’œil et l’esprit”, éditions Gallimard, Paris, 1960, citado en Berger, John,
ibid, pág.176.