Desplegados en los muros de la Galería Liliana Rodríguez vemos los recientes trabajos del artista plástico Cristian Montesino, compuesto por una serie de óleos a través de los cuales establece su acercamiento estético a uno de los géneros artísticos más admirados y controversiales de la pintura: el paisaje. En efecto, surgido como una aproximación visual al mundo de la naturaleza, el paisaje se ha re-significado en distintos momentos en la historia de la pintura.
Desde las primeras exploraciones místicas del Giotto, pasando por la observación racional y científica propia del arte renacentista, o a los experimentos técnicos propuesto por los pintores impresionistas en su investigación de los efectos lumínicos, el género del paisaje ha sido objeto de la creación pictórica.
En la presente oportunidad, Cristian Montesino se enfrenta de nuevo al universo del paisaje, sin embargo, lo hace desde su particular mirada. En las distintas telas aquí expuestas incorpora elementos propios que dicen relación con sus vivencias íntimas en torno al tema paisajístico. Más allá del tratamiento formal y técnico que podemos apreciar, se nos plantea adentrarnos a esa voz subjetiva desde el cual el artista quiere expresar un modo de ver el paisaje. Quizás, no haya mayores novedades en este sentido, pero en el actual contexto de crisis planetaria en el que nos encontramos, da la impresión que nuestras ideas acerca del paisaje o la naturaleza se expanden y, por lo mismo, nos interpelan de un modo distinto y en tal dinámica, las pinturas de Montesino acentúan esa otra mirada con la que ahora apreciamos el paisaje.
Lo que para nosotros, como espectadores, muchas veces puede ser una experiencia fugaz de encuentro con la naturaleza , Montesino Vásquez busca prolongarlo en la acción de la pintura y sus cualidades matéricas. No se trata de replicar lo que está ahí exactamente o proponer una dimensión meramente objetiva de cierto entorno natural, sino que ante la presencia de un marrón, un verde oliva, o un amarillo limón, se reavive en nosotros la percepción interna que lo hizo posible en la tela. Los trazos, los empastes, las delgadeces y grosores por las que atraviesa el material pictórico tienden a establecer ese puente sensible de comunicación.
En tal escenario plástico las posibilidades del color cristalizan en cada uno de los lienzos exhibidos, y lo hacen justamente apelando a la sensorialidad que proyectan los cromos, a la potente luminosidad de fondos que se presentan en varias de las telas o, al contrario, a la densidad tonal que recorren los planos principales. Cadenas montañosas o cerros escarpados disputan la atención del observador, ya que el enfrentamiento con aquellos fondos no es gratuito. Aquí el artista trata de conducirnos mediante esos gestos cromáticos a ciertas claves internas de su código personal, a sus preocupaciones estéticas en torno al paisaje.
Si bien las locaciones donde tienen lugar todo este despliegue de pigmentos y texturas obedecen a experiencias de vida de Montesino, al registro emotivo que ha guardado su memoria personal, tienen la particularidad de acercarnos a una idea de pintura, a un concepto de paisaje que no puede dejarnos indiferentes. Hay un llamado a reconocernos y ubicarnos en esos parajes naturales, independiente que no veamos sujeto humano alguno, somos nosotros los que debemos desplazarnos metafóricamente allí. Llámese Cunco o cordillera andina, el artista va más allá de una puesta en escena pensada para el lienzo o, incluso, de una mera identificación topográfica del lugar. El tratamiento de tales espacios y recovecos mediante el paciente y arduo trabajo pictórico, busca que lo acompañemos a explorar el paisaje vía pintura y es, por ende, una interpelación a nuestra mirada ya gastada sobre la naturaleza.
Situándonos en tal contexto de producción creativa elaborado por Montesino, no podemos desconocer al mismo tiempo el bombardeo mediático de imágenes que golpea nuestros sentidos hoy en día, en un macro-ambiente de visualidad que pareciera ha desacreditado el formato del paisaje, particularmente entre los artistas.
Sin embargo, ver cómo el ojo y la mano de Montesino Vásquez se hermanan para re-codificarlo en este tiempo y espacio, es un acto reivindicativo no sólo del género paisajístico sino también de la pintura como medio de expresión. Esa actitud estética es un punto a favor del expositor.
Por cierto, cabe otra reflexión al respecto; en esta práctica de arte que realiza Montesino y, quizás sin quererlo, esboza lo que hoy es una sentida urgencia ecológica: desde el encierro, aislamiento y desolación que hemos vivido, tendremos que aproximarnos a percibir y observar la naturaleza con una nueva sensibilidad. En este sentido la propuesta del artista es, además, contingente y de plena coherencia ética.
Como sucede muchas veces en el arte y con los artistas, no hay mejor forma de comprender el fenómeno creativo en su integralidad, sino a partir del contexto. Bajo esa óptica, sólo cabe decir que Cristian Montesino pintor ha abordado su interpretación del paisaje como un desafío plástico y, al propio tiempo , provisto con la sensibilidad atenta de aquel que lo ve por primera vez. Desafío y sensibilidad que también ahora debieran ser nuestras.
Carlos Muñoz M.
Teórico del arte. Mayo, 2020