Inaugura sábado 3 a las 20.30 hs.
En esta muestra incorporamos una sala en la cual dialogan obras de Maria Suardi y Artemio Alisio, estas obras formaron parte de la exposición que los dos artistas realizaron en conjunto en el Museo “Eduardo Sivori” de la ciudad de Buenos Aires, inaugurada el 5 de Julio de 1983.
El deseo de Maria por situar este retazo de tiempo y amistad con Artemio habla del gran afecto que los dos creadores sostuvieron en su relación artística y personal.
Texto de J. M Taverna Irigoyen - Miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes / los fantasmas de maría Suardi.
El arte es una incontrolable cadena de asociaciones. Hay quienes las han rotulado como herencias, como formas derivativas de la insondable creación como virtuales crecimientos de la percepción realizativa. Pero en verdad, por encima de todo, el artista plasma asociando. Asocia ideas, trasfondos, artilugios técnicos, modulaciones formales, innovaciones matéricas y hasta eslabones históricos aparentemente rotos. Pero en esos “tempos” que incorpora, desarrolla y ensambla con su propia esencia estética, cada uno siente tras si la presencia de algo más. Presencia innominable, extraña y a la vez familiar, ajena y propia en el paradójico juego de lo consciente- inconsciente.
Son los fantasmas del arte, que están alimentando la labor de un nuevo “aprendiz de mago”. Los fantasmas que van y vienen en el aire de las imágenes, en el pronunciamiento de la luz, en el fantástico juego de los planos entrantes y salientes, en la sabiduría del color. Fantasmas que a veces tienen nombre propio, pero que otras constituyen tan solo presencias contemporáneas, voces que alertan a la vez que sugieren, sutiles idearios que vienen de quién sabe dónde…
Maria Suardi es una artista de vocación bien afirmada. Una obra lúcida, fervorosa, notablemente rica en matices, define toda una actitud frente al quehacer. Sin embargo (y más allá de lo que ella misma pueda reconocer), su estro plástico está alimentado por fantasmas que se entrecruzan y hermanan. Presencias definibles, algunas, que se transparentan en el universo de sus paralelepípedos, de sus prismas ópticos, de sus desarrollos de magnética fuerza. Y presencias indescifrables, otras, de singular riqueza, que sin embargo hacen alentar posibilidades de otras culturas soterradas, milenarias, en el acorde rítmico de sus pigmentos de admirables timbrismos…
No se puede precisar si de Delaunay o Vasarely están antes o después de Mondrian, Moholy- Nagy, Albers o Malevich, en el aliento primigenio de su obra. Lo importante es que están. Tanto como de Staël, Soto, Cruz- Diez, Poliakof. Como fantasmas propiciatorios, no como padrino o adalidades de una influencia. Y a través de esas presencias intangibles, Suardi anima su plano y le da –en una gestualidad de envidiable fuerza- un testimonio témporo- espacial. Cuarta dimensionalidad que, por encima de una visión concretista, óptico- geométrica, genoaplasticista o simplemente abstracta, logra convocar al ojo del contemplador en las supremas leyes de la armonía.
Esta obra que aquí exhibe el Museo, observa una introvertible vigencia. Es la que corresponde al arte puro, estructurado racional y sensiblemente dentro de una disciplinada adición de fórmulas. Espacio, color, forma, ritmo, ensamble de planos, materia y luz. Y por sobre todo, como lo entiende Maria Suardi en su paciente búsqueda, orden fenomenológico de un arte que no admite condicionamientos, reiteraciones, ni debilidades. Todo un proceso simbiótico de fuerzas, de despojamientos y de jerarquías, en que cada fantasma convocado (por sobre la potencia de su propio lenguaje) se sentirá comprendido y continuado por un artista cabal.