La obra de Cristina Fresca posee un hilo principal que es la naturaleza y que a la vez es el velo de otro más profundo, el interés por los lazos espirituales del mundo, por la realidad no visible. Momentos y recuerdos de su intimidad como la mirada de sus hijos hacia el cielo, el mar, la naturaleza misma son esenciales al producir su obra.
A través del cruce de variados lenguajes y en la confluencia mundo-arte, surgen estas maravillosas obras que permiten examinar una relación particular entre el mundo percibido y lo que comúnmente no aparece en lo que, sin embargo, es percibido de ese mundo. ¿Existen otros mundos posibles? ¿Vemos todo lo que es visible?, el laberinto como lugar enigmático nos adentra en un territorio abriéndonos caminos en las circunstancias presentes, cómo llegamos a comprender nuestro propósito y encontramos sentido a la existencia?, ¿Serán las pequeñas cosas de la vida las que nos posibilitarán atravesar este tiempo y salir fortalecidos? . La artista invita a ingresar a la instalación del Laberinto y al llegar al centro encontrarse consigo mismo y así florecer.
Transitar nuevos caminos nos permite comprender los peligros que implica el rechazo a lo real. Cuando la realidad es incómoda , se pone en marcha la imaginación, increíblemente fértil y el deseo de otra realidad, que nos dirige hacia lo que nos atrae , lo que nos mira y nos invita a recorrer la instalación de las dos fragancias, opuestas entre sí, como aquel sutil sonido del mar que se irrumpe por el latido de un corazón. Un espejismo que esconde todas las formas imaginables, para quien “otro mundo es posible”.
La artista invita al espectador a convertirse en parte de la obra quien interpela la intervención artística alcanzando su significado en relación sinérgica y activa.
Jorgelina Girotti /curadora