Costa Rica 4737
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Lun a Sáb de 14 a 19.30 hs.
Del 28 de Agosto al 26 de Septiembre de 2012 - Inaugura: 19hs - Entrada: libre y gratuita
Juan Cabrera. Enigmas en la gran ciudad
Nada es obvio. Si bien, en un principio, la ciudad de Buenos Aires fue elemento motivador, la serie Concretos de Juan Cabrera la muestra bajo aspectos extraños, alejados de la percepción habitual de nuestro transitar cotidiano. Así la gran ciudad -más allá de una suma estática de edificios- parece reflejarse en un espejo quebrado que la fragmenta y multiplica.
Concretos nos desvía de la idea de la fotografía como simple “emanación” de los objetos. Se impone el recorte y el montaje, digitalmente logrados, y la consecuente suspensión de los fragmentos en cuidadosa articulación con el espacio. No imitación sino invención. Tarea que se aproxima más a la del arquitecto que diseña que a la del mimetés (imitador) de la estética platónica.
Los edificios tienen un aire familiar pero al mismo tiempo nos ocultan su identidad, multiplicados a veces bajo la forma del prototipo. No es el caso, sin embargo, del Obelisco o del Congreso de la Nación, perfectamente delineados en nuestra memoria. Sí es el caso de edificios marcados por el misterio de haber-estado-allí en una experiencia pasada que apenas recordamos. El objeto alguna vez percibido pierde entonces su ‘etiqueta’ y reclama nuevo nombre.
Con notable habilidad técnica que recuerda –desde la fotografía- la destreza de los pintores hiperrealistas, Cabrera quiere que veamos el mundo sin condicionamientos, como por primera vez. ¿Esfera o sol? ¿Círculos o lunas o estrellas? Con un perfeccionismo exacerbado, obsesivo, deconstruye y reconstruye, desarma y arma, juega con el asombro en el linde de la presentación y de la representación.
Como lo revela su título, la serie expuesta responde a una intención “concreta”. Es la que resalta la realidad del espacio en el plano, su ser “concreto”. Vemos lo que es. No la línea leída como horizonte, puerta, ventana o cable extendido, sino la línea que es signo de sí misma, autorreferente. No el negro como representación de la oscuridad de la noche o de la sombra sino como presentación de sí mismo. En síntesis, la particular sensibilidad espacial de Cabrera pone en relación dialéctica un “concreto” conocido -como puede ser un edificio- y un “concreto Otro”. Al mostrar en un conjunto “figurativo” la presencia real del plano –su bidimensionalidad lisa y llana-, nos ubica en el camino abierto por Manet, quien tempranamente quebró la perspectiva suprimiendo el fundido de planos.
Un párrafo aparte merecen los objetos que, instalados en el espacio real, funcionan como contrapartida de la des-corporización del registro fotográfico. La figura vuelve a ocupar su lugar. Los edificios recuperan cuerpo y vuelven a asentarse en el suelo con su masa, con su peso propio. Pero la realidad del cuerpo físico tendrá una nueva contrapartida: la irrealidad del referente, un tipo de presencia “improbable” de seres fantasmagóricos de insólitas coloraciones. Como si la ciudad se desnudara de fantasmas que Cabrera sistemáticamente recoge para hacerlos vivir en nuestra imaginación.
El enigma envuelve tanto a las representaciones fotográficas bidimensionales como a los cuerpos de extrañas vidas que habitan el espacio tridimensional. Por momentos, tenemos la sensación de un ataque inminente o de un peligro del que apenas podemos tomar conciencia. La ciudad oscila entre la tranquilidad de un orden armonioso y la inquietud de lo desconocido amenazante. ¿Glorietas o platos voladores? ¿Elemento contenedor o amenazador? La ambigüedad resulta dominante en tanto eje de la propuesta.
Entre geometría y surrealismo –unido a cierto decorativismo- se desarrolla un programa operativo que da testimonio de la mentalidad “collage” característica del estado “poshistórico” (Danto) del arte contemporáneo.
Más allá de la complacencia que produce el esteticismo de la composición o el encanto de atractivos tonos rosa /naranja o verde /celeste, la obra de Cabrera invita a una lectura investigativa. Supone el desafío de descubrir y construir el referente obstinadamente escamoteado. Por momentos la realidad se escapa por una especie de agujero negro que atrapa lo que se le acerca. Pero luego, volviendo del otro lado del espejo, el objeto atraviesa el umbral y sale del círculo absorbente irrumpiendo nuevamente en la escena, como si se tratara de un eterno retorno. Un ida y vuelta de lo conocido a lo desconocido para volver, una y otra vez, al punto de partida.
Elena Oliveras