Consideraciones sobre el límite y el arte
Este texto puede ser visto porque tiene límites.
Si este texto no tuviera límites, usted no existiría, porque el ocuparía toda la realidad.
En ese caso, tampoco el texto existiría como algo.
Para que algo exista, lo que aparece, debe estar limitado.
El límite es, entonces, la única posibilidad de que las cosas aparezcan.
Toda obra aparece como lo que es, porque se encuentra concluida.
Lo verdaderamente fascinante es que justamente su cese, su agotamiento y muerte, le dan vida. Antes de su terminación no existía.
Lo que nosotros llamamos ligeramente: obstáculo, estorbo, molestia, freno o dificultad, es en realidad el límite necesario para que la obra sea posible.
El límite no puede ser visto como algo, porque el límite no es la cosa que aparece, sin embargo, y paradójicamente, sin ese límite lo que aparece no es.
Todo lo que vemos, todo lo imaginable, todo aquello sobre lo que podemos decir algo, tiene la posibilidad de aparecer, y en realidad aparece, porque está limitado.
Sólo se puede hablar de lo acabado.
El límite se convierte, entonces, en la condición primordial para que la obra emerja, para que podamos apreciarla y valorarla.
El límite es el medio, el procedimiento, la práctica, el modo, la manera, el recurso esencial de la obra para mostrarse y,
al mismo tiempo, el resultado, la consecuencia, el fruto y su trascendencia.
Me pregunto que es éso que no aparece y que, sin embargo,
permite que todo aparezca.
Eso que no aparece y que, sin embargo, permite que todo se muestre,
no ha ingresado a la existencia, o sea, no tiene medida.
Es inconmensurable.
Una cosa termina donde comienza la otra.
Las cosas se extienden hasta que se interrumpen por la aparición de otra cosa
que uno percibe como limitación, como freno, como interrupción, como obstáculo.
Yo termino donde lo otro se inicia.
Pero lo otro, que yo experimento como lo adverso, como el obstáculo, me define.
Yo me pierdo en el límite y, en el límite, me encuentro.
Es imposible ser algo sin dimensiones.
Imaginar un ser sin condiciones es como concebir una palabra sin letras.
La palabra no es las letras que la conforman pero, sin embargo,
la misma no puede ser demostrada sin ellas.
Una obra existe, justamente, porque está sujeta a las condiciones que la hacen surgir.
Son su propio cumplimiento, su propia satisfacción.
El artista y la obra, el yo y lo otro,
son condiciones que existen solamente en el fantástico juego de las dimensiones.
El aparente sendero que los separa, les da existencia, les da ser.
Podríamos decir que son gracias a aquello que, aparentemente, los separa.
Esa extensión del punto original, posibilita mágicamente que
aquello que no puede aparecer, aparezca.
No se puede concebir la existencia de algo sin límites.
Al tener límites, aquello que aparece tiene tamaño, capacidad, posición, riqueza, cuerpo.
Es un hecho.
Aquello que aparece, aparece limitado y, al mismo tiempo,
se encuentra en absoluta libertad.
Eso que no podemos ver, aparece en el mundo dimensional,
por obra y gracia de la limitación.
El límite es la cuña del vacío, el filo que hace emerger toda forma,
el punto de encuentro de una realidad que, paradójicamente,
jamás estuvo separada.
Ese punto de encuentro no tiene dimensión.
Es el centro mismo de toda realidad.
Ese punto es la intersección, la cruz, el encuentro de dos cosas inherentes.
Es la puerta, el paso, el espacio neutral,
el lugar de la no pertenencia, donde termina y comienza todo territorio.
El punto de encuentro entre la obra y el espectador es un lugar no dimensional.
Ese instante es el principio y el fin de lo dimensional,
El alfa y el omega al mismo tiempo.
En ese espacio neutral no hay contienda, porque no hay juicio ni elección.
Es un espacio sin distancia.
Ese espacio indiferenciado, e inconmensurable, es el lugar donde el arte es posible.
Miguel Lo Coco, 2004