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Epica y Lírica

Epica y Lírica

Gustavo López Armentía

Del 20 de Julio al 25 de Agosto de 2013 - Inaugura: 12hs  - Entrada: $ 1.- Jue y Sáb gratis

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Se exhibirán alrededor de 70 obras, entre técnicas mixtas, esculturas y objetos, producidas por el artista entre 1996 y 2012.

 

Pintor y escultor autodidacta, López Armentía trabaja esculturas con hierro y material de desecho, pinturas al óleo sobre tela y, en los últimos años, empezó a aplicar distintas técnicas sobre bloques de cemento, que le sirven de soporte. En algún sector de la obra deja “chorrear” la acuarela cielos imprecisos y mares desdibujados, que nos hacen pensar en testimonios centenarios. Supo representar también la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, sus mitos y hechos históricos. Resulta interesante observar su forma de trabajar la materia en los lienzos. López. Su interés por lo pasajero y por lo permanente se ve reflejado en episodios y objetos de la vida cotidiana, casi siempre en el "espacio y el tiempo de la ciudad", y refiere a un relieve de lo mundanal, agregándole sueños y deseos. A raíz de su formación autodidacta, el artista está permanentemente interesado en la investigación de nuevos soportes y tecnicas.

 

“Lo que da coherencia  y unidad a la intuición es el sentimiento, que le presta al arte la ligereza del símbolo. El arte es épica y lírica, épica y dramática del sentimiento. ¿Cómo no vamos a admirar, se pregunta el filósofo, la perfecta forma fantástica de la genuina obra de arte que asume un estado espiritual? Quizás esa forma fantástica, con la cual López Armentía expresa la épica y la lírica, es lo que provoca la reminiscencia”, afirma Ana Jaramillo, rectora de la Universidad Nacional de Lanas, sobre esta muestra de López Armentía. Y agrega: “Así pasamos de sentir la Plaza de Mayo, a la épica de la construcción de América Latina, a la sonoridad de nuestra música, a volver a sentir las alegrías, los anhelos y los dolores de un pretérito que en tanto ideal era la perfección, pero que terminó siendo pretérito imperfecto, realidad doliente aún hoy, pero con las pasiones de siempre que nos impulsan a una nueva ilusión y a una nueva épica. Como sostenía Croce, la individualidad de la intuición lírica supone la individualidad de la expresión, de un estado del alma que es siempre individual pero que a su vez provocará infinitas y variadas impresiones sobre los espectadores. Decía Ortega y Gasset que ideas tenemos, pero en las creencias estamos. Como seguimos estando en las mismas creencias, los que sólo podemos usar palabras, por mi parte sólo puede decir, gracias  por el sentimiento hecho lírica”.

 

Cuando Gustavo me pidió que le hiciera la presentación de su exposición, me aclaró que no quería que hablara de las pinceladas, de las texturas, los matices o colores y de todo aquello que acostumbramos a leer en las críticas y críticos del arte, cosa que aunque quisiera, me hubiera sido imposible. Pero también lo que me pidió es casi imposible, ya que quiere que refleje con palabras “aquello de lo que hablamos” en interminables charlas de café,  en las cuales hablamos de sentimientos, de lo que era “el espíritu de la época en los setentas”, de la potencia del retorno de la ilusión, de la fuerza del pueblo en la calle, de sentir la necesidad de ser con otros, de salir del  trabajo individual, de la pasión creativa, del tango y de la música, y de muchos etcéteras que Leonardo Favio denominó sintéticamente, sinfonía de un sentimiento.

 

Mientras tanto, para los que trabajamos con ideas, con conceptos, con creencias y valores y pretendemos  teorizar acerca de la realidad, de comprenderla y explicarla, y sabiendo que no se  reduce ni a la política, ni a la economía, ni a la religión, deberíamos construir castillos y torres de palabras, cientos y miles de volúmenes para expresar lo que un artista logra con un adagio, con una pincelada o con una rima.

 

Desde la antigüedad, muchos filósofos escribieron tratados de las pasiones, buscando llegar a la descripción e identificación de las mismas, de los sentimientos, de padeceres o placeres, debilidades o fortalezas, ilusiones o desencantos, y no podríamos decir que lo hayan logrado. Nunca alcanzaron la completitud de las mismas y menos aún provocaron la empatía o la conmoción que logra el arte. Alguien dijo que la música es tiempo sonoro, convertido en afectividad. Por eso,  sostuve que el tango es la sonoridad del tiempo argentino transformado en afectividad, en melancolía. Creo que la reminiscencia afectiva sólo la puede provocar el arte.

 

¿Cómo atrapar ese tiempo vivido en un escrito o en un enjambre de conceptos, ¿cómo expresarlo?, si no produce  empatía, no expresa un pathos compartido como el arte que con- mueve, provoca sentimientos, pasiones, añoranzas de creencias aferradas, reminiscencias de otros tiempos con sus angustias y sus alegrías, el tiempo vivido.

 

Podemos discutir hasta el cansancio sobre el tiempo vivido, sobre las experiencias, sobre las ilusiones perdidas, pero no provocaremos la afectividad.

 

Una excelente ayuda nos puede proporcionar un filósofo que se ha dedicado a la estética y que nos decía: “La idealidad- como se ha dado en llamar este carácter que distingue la intuición del concepto, el arte de la filosofía y de la historia, la afirmación de lo universal de la percepción y narración del suceso- es la virtud íntima del arte. El arte se disipa y muere cuando de la idealidad se extraen la reflexión y el juicio. Muere el arte en el artista, que de tal se trueca en crítico de sí mismo; y muere también en el que mira o escucha porque de arrobado contemplador del arte se transforma en observador penetrante de la vida”.

 

Benedetto Croce sale de la concepción del arte como filosofía, para pasar a la concepción del arte como alegoría, como unión intrínseca de dos hechos espirituales, de un concepto o pensamiento y de una imagen, donde la imagen ha de representar ese concepto. La intuición es la alegoría de la idea, como símbolo, y en el símbolo la idea no vive por sí sola, no se puede pensar separada de la representación simbólica, así como ésta no se puede pensar sin que aparezca la idea. Concluía el gran filósofo italiano que los grandes artistas, o las grandes obras no se pueden llamar ni clásicas ni románticas, son un sentimiento profundo que se expresa a través de una representación sutilísima. Lo que da coherencia  y unidad a la intuición es el sentimiento, que le presta al arte la ligereza del símbolo. El arte es épica y lírica, épica y dramática del sentimiento. ¿Cómo no vamos a admirar, se pregunta el filósofo, la perfecta forma fantástica de la genuina obra de arte que asume un estado espiritual?

 

Quizás esa forma fantástica, con la cual López Armentía expresa la épica y la lírica, es lo que provoca la reminiscencia. Para quienes compartimos creencias profundas, y sólo nos queda intentar expresarlas con palabras, con conceptos que sólo logran argumentaciones varias, discusiones estériles pero nunca un sentimiento, la música, la poesía y la plástica nos susurran su complicidad melancólica al corazón.

 

Así pasamos de sentir la Plaza de Mayo, a la épica de la construcción de América Latina, a la sonoridad de nuestra música, a volver a sentir las alegrías, los anhelos y los dolores de un pretérito que en tanto ideal era la perfección, pero que terminó siendo pretérito imperfecto, realidad doliente aún hoy, pero con las pasiones de siempre que nos impulsan a una nueva ilusión y a una nueva épica.

 

Como sostenía Croce, la individualidad de la intuición lírica supone la individualidad de la expresión, de un estado del alma que es siempre individual pero que a su vez provocará infinitas y variadas impresiones sobre los espectadores.

 

Decía Ortega y Gasset que ideas tenemos, pero en las creencias estamos. Como seguimos estando en las mismas creencias, los que sólo podemos usar palabras, por mi parte sólo puede decir, gracias  por el sentimiento hecho lírica.

 

Dra Ana Jaramillo
Rectora de la Universidad Nacional de Lanús                                                                    
 

 

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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