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El tiempo es otro río

El tiempo es otro río

Juan Doffo

Del 30 de Septiembre al 30 de Octubre de 2011 - Inaugura: 19hs  - Entrada: libre y gratuita

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Las obras que integran esta muestra, compuesta por fotografías, pinturas, dibujos e instalaciones, sintetizan parte del trabajo de los últimos años de Juan Doffo. Se trata, en general, de obras de gran formato que surgen de distintas series e ideas. Amante de la filosofía, el artista parte de ideas que vinculan la naturaleza con diferentes aspectos de la cultura. Es por ello que cada obra, mas que un hecho visual, se transforma en metáfora; en puente para cruzar a otros destinos poéticos cargados de  significación.

En esta exposición se exhiben pinturas de distintas series; algunas de ellas hablan de abismales estructuras inspiradas en los hornos de ladrillos de su pueblo natal pero también en el Panteón romano de Agripa, una de las primera construcciones arquitectónicas que, con la pesadez de la materia, intentó emular la liviandad de la bóveda celeste.

Las estructuras arquitectónicas suelen tener un lugar destacadado en muchas de sus  pinturas (Río de fuego, El latido del fuego, etc). No es fortuito que al artista siempre le inquietaron las perspectivas imposibles de Piranesi y las arquitecturas utópicas del arquitecto Étienne-Louis Boullée. Doffo sabe que el módulo geométrico del ladrillo es una de las primeras herramientas intelectuales del ser humano cuando deja las cavernas y empieza a construir sus habitats. En esta serie de obras, donde los cielos están construídos con la pesadez de la materia, posiblemente intenta decirnos que lo que llamamos “realidad” es mas una construcción de la mente del hombre que un hecho natural.

Otra de sus series pictóricas se vincula con el ordenamiento del cielo. Pinturas como Los cuatro cielos del hombre encierran espacios que a su vez contienen otros espacios casi infinitamente teniendo reminiscencias de la literatura de Kafka y de Borges, como así también una frase de Hermes Trismegisto: “existen varios mundos pero todos están es éste”.

Algunas pinturas, que tienen al árbol como lei-motiv, fueron inspiradas en su vivencia dentro de un bosque cercano a su pueblo: un espacio dantesco compuesto de árboles altísimos por donde filtraba la luz con toda intensidad. El artista asoció esta experiencia con la mitología celta para quienes el árbol es el primer ser vivo que sus dioses pusieron en el planeta y, al igual que los hombres, tienen sus raíces en la tierra y sus brazos se extienden hacia el cielo. También recordó una de las creencias de la mitología hindú para la cual el árbol tiene las raíces en el cielo y las ramas en la tierra. Considerando estas reflexiones el artista ha vinculado cada pintura con lo psicológico, lo afectivo, lo intelectual, cualidades inherentes al ser humano. Sin duda, en esta serie, los árboles ocupan la mayor parte del espacio de sus paisajes reemplazando al ordenamiento de estrellas de otros períodos creativos de Juan como así también las bóvedas de ladrillos.

Si bien conceptos filosóficos y pictóricos vinculados con el cielo y la tierra han formado parte de su iconografía desde sus comienzos en el arte, hoy, en una reciente serie de trabajos vuelve a presentarlos como múltiples y breves arquitecturas en forma de fragmentaciones que integran y desintegran el espacio. Hay un crecimiento acumulativo en su pensamiento que se presenta en superposiciones de formas, líneas, huellas del giro de las estrellas, texturas y planos. En estas obras la atmósfera se condensa en innumerables formas que se mueven en ese constante movimiento  arriba-abajo (“arriba es como abajo” reza la tradición de la antigüa filosofía hermética) como si fueran seres abstractos que se suspenden en el espacio infinito de la llanura sin obstaculizar la visión del paisaje siempre presente.

La fotografía como soporte apareció en la historia de Doffo apenas llegó a Buenos Aires en 1971. Al comienzo el artista las utilizaba como registro y documentación de imágenes de su tierra natal. Luego la fotografía se convirtió en otro soporte valioso para concretar ideas visuales. En años recientes comenzó un proyecto específico, que aquí se exhibe en parte, en el que prioriza imágenes de fuego, con toda su simbología, que ya estaban presentes muy anteriormente en sus pinturas. Estas fotografías fueron realizadas con la colaboración de la gente de su pueblo y actúan dentro del paisaje modificándolo. A la manera de producciones cinematográficas, el artista busca las locaciones adecuadas y prepara verdaderas puestas en escena para realizar las tomas. Entonces estas intervenciones, con el paisaje y la gente, se convierten en performances, notables eventos colectivos donde lo ritual y lo ceremonial ocupan un lugar central. Para no dejar duda del contacto vivencial con el tema tratado, todas las fotografías están tomadas directamente con cámaras analógicas de formato medio y las impresiones son copias de contacto sin ningún tipo de intervención digital.

En los dibujos aquí presentados, estudios que generalmente abren puertas a otros grandes soportes, Doffo no trabaja a la manera clásica dibujando sobre el blanco del papel, sino que prefiere arrancar la luz desde el fondo negro de tinta. Este mecanismo se emparenta indudablemente con la búsqueda de la luz en sus obras pictóricas y fotográficas.

La exposición cuenta con una sala donde se proyecta un video sobre la obra de Doffo, otra sala donde la tierra, la llanura y la muerte se unen en plena intimidad sublime y una larga instalación que recibe al espectador, titulada La búsqueda, donde pequeñas fotografías con iluminación leds nos muestran la imagen de una mano sosteniendo una pequeña vela, que en infinitas posiciones, emerge lentamente de la oscuridad y, haciendo un sinuoso recorrido, termina nuevamente en la oscuridad. Quizás esa mano con esa vela parecen estar buscando inútilmente alguna respuesta a los grandes interrogantes humanos aunque sabemos que, aunque no hay respuestas ni sentidos a priori, el ser humano está obligado a buscarlas. Esa es, posiblemente, una de las paradojas del vivir. 

TEXTO CURATORIAL

 
  • Elio Kapszuk

Lo real como construcción creativa

“En la vereda de enfrente
están los dueños de la verdad escriturada,
los propietarios de la seguridad
del ignorante;
de este lado estamos nosotros,
los dueños de las dudas
sentados a una larga mesa en llamas.”


Suele decirse que hay varias formas de aproximarse a los textos bíblicos. En el principio se trata del texto en forma literal, el cuento tal cual como está escrito.
Después aparece la metáfora, que es aquello a lo que se refiere el texto y que no está expresado en forma explícita. En este estadio, interpretativo, son muy sugerentes las discusiones acerca del verdadero significado del texto. El tercer y último grado podría resumirse en intentar descifrar y descubrir aquello que el texto
protege.

 

La obra de Juan Doffo podría ser pensada desde esa matriz. Deberíamos referirnos, en primera instancia, a un artista que toma como eje el pueblo en que nació. Mechita está omnipresente en todos sus trabajos. Lo literal nos remite a los paisajes llanos, a la geografía, arquitectura y urbanización de su pueblo. El fuego, como elemento personal, que lo fascinó desde su infancia e incluso fue foco de sus travesuras de niño.
Claro que quedarnos en la anécdota, en lo costumbrista, en aquello de pintar la propia aldea para pintar el mundo entero, nos haría dejar de lado el profundo amor de Doffo por la filosofía, por la historia de las religiones comparadas y por las distintas corrientes del pensamiento que han querido dar respuesta sobre el origen del universo y de la existencia humana. Juan pinta como piensa y es ahí donde ha construido un conjunto de símbolos, signos y metáforas para convocar a la reflexión, y sobre todo como respuesta a una búsqueda mística, intelectual y personal, donde sus distintas creaciones, pinturas, fotografías, dibujos, instalaciones,
se convierten en su obra filosófica.

 

Es en ese momento sin tiempo en el que el fuego deja de ser el elemento de juego de un chico incendiario capaz de quemar 6 km de líneas férreas de su pueblo y se convierte en otra cosa. El fuego como revelación, la zarza ardiendo, el fuego (encendido) que no consumía el arbusto. El fuego como iluminación y señalética efímera, como límite entre creación y destrucción, como iconografía de la pasión, símbolo de la recordación y metáfora de la vida.
Desde las fogatas de San Juan, ese ritual español que conmemoran todos los 31 de julio en Mechita, o esas hogueras en el campo donde se quemaban los rezagos de las cosechas, es donde surgió quizás, el encantamiento por el fuego desde donde se terminó transformando en un verdadero signo del alfabeto Doffo. Un tamiz por donde modificar la mirada, una acción que intenta subrayar aquello que de otra forma se diluiría. Límite. Frontera.

 

Es en este segundo estadio interpretativo en el que todas las obras de Doffo podrían ser visualizadas como metáforas de algo más significativo y profundo que la anécdota. Mechita se desdibuja como un territorio geográfico y se transforma en un espacio del pensamiento cruzado por la ilusión y la realidad que con dedicación alquimista va dejando rastros en sus obras. El universo como materia de estudio y como estudio de la materia, lo hace utilizar el cielo y las estrellas como dos caras de la misma moneda, como Dios y el Diablo hermanados por la voluntad de la trascendencia.

 

La presentación de la ilusión como artificio de la realidad se presenta como la búsqueda de una verdad incuestionable, pero al mismo tiempo, falsa. Doffo dice que la “realidad” es más una construcción de la mente que un hecho natural. En ese sentido, sus obras son construcciones mentales que, aunque sea obvio, presentan
realidades falaces pero con una contundencia creativa que ahonda en la reflexión de la búsqueda. Son descripciones de espacios que contienen, a su vez, otros espacios que se multiplican casi infinitamente teniendo reminiscencias de la literatura de Kafka y de Borges.

 

De hecho, la creación literaria tiene presencias desde el título de esta muestra, pero también en su contexto. Cuando Doffo habla de su trabajo emblemático titulado Ad marginem –que nos muestra un gran ojo de luz en el centro rodeado de una estructura circular de ladrillos y, en los bordes, la vida humana representada por las casas de su pueblo– dice que las respuestas de los grandes interrogantes de la existencia se encuentra en los márgenes. Como los Cronopios, que pensó Cortázar, que justifican su existencia desde el borde.

 

La pampa de Doffo vive en él, es un espacio sin límite, simbólico y es una proyección y una extensión psíquica de su cuerpo develado sólo en aquello en lo que sus obras intentan proteger.

 

“Somos
los que sabemos que no sabemos.
Los que sabemos que no es luz esta claridad,
que este permiso no es la libertad,
que este mendrugo no es el pan
y que no existen una sola realidad
ni una única verdad.”

Eliahu Toker, Los dueños de las dudas.

 

Elio Kapszuk

 

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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