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Deira, Macció, Noé, de la Vega

Muestra colectiva

Del 01 de Agosto al 30 de Agosto de 1991  - Entrada: libre y gratuita

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Texto de Miguel Briante El 29 de agosto de 1961, en la sección "Bellas Artes" del diario "La Nación" de Buenos Aires, una generosa nota daba cuenta, sin firma, de la muestra "Otra Figuración ", que reunía, en Peuser, a Rómulo Macció, Luis Felipe Noé, Jorge de la Vega, Ernesto Deira, Carolina Muchnik y Makarius. Después de celebrar largamente que estos artistas, y otros que según el crítico podrían haber estado en la muestra, estuvieron volviendo a la figura -"dislocada según sus distintos planteos personales pero figura al fin "-, el texto exaltaba: "Vienen de lo hondo de la tierra misteriosa y se encuentran, ante todo, con la fábula, con el prodigio, con el terror". Este tono de zamba se atenuaba en la próxima frase, casi final: "Ya se irán calmando", profetizaba. Este empujón a la fama o por lo menos al perdón, saludando el riesgo de los artistas desde la prensa más oficial, no fue apoyado con el mismo fervor por otros sectores menos tradicionales de la sociedad. Todavía en 1964, en el diario "Clarín" -también de Buenos Aires-, exactamente el 6 de febrero, el mismísimo Raúl Gonzales Tuñón, gran poeta y hombre enrolado en las huestes de la progresía, hombre del Partido Comunista, en una nota titulada "La pintura violenta", se alarmaba, bajo el subtítulo "Lo agresivo en nuestro medio": "En esta página nos ocupamos también en su oportunidad de algunas pinturas, ubicadas en ciertas corrientes expresionistas inquietas, sin duda, pero cuyo mensaje no llega a concretarse por su violencia sin salida, por su gratuita agresividad. Recordamos a expositores de la muestra nacional organizada por el Instituto Di Tella, como Noé, Seguí, Macció, de la Vega, Deira. Paralelamente hemos visto pinturas menos descarnadas y mucho menos convencionales, pero igualmente violentas y sin claros puntos de referencia". Después, el autor de "La calle del agujero en la media" y otros poemas inolvidables, se desataba contra Lea Lublin porque en su última muestra -"Explosiones y bestias"- se había colocado "en forma fulminante en el terreno de una iracundia asimismo gratuita, que parece responder a imperativos de moda". Desde las dos puntas del espectro ideológico se utilizaba el mismo paternalismo, la misma desconfianza hacia el cambio; en "La Nación", Manuel Mujica Láinez o alguien cercano a Manuel Mujica Láinez, amansaba el susto diciendo que con el tiempo los chicos de la "Otra figuración" ya iban a calmarse; la izquierda, Tuñón, pedían el consabido mensaje de esperanza, el grito de la Revolución. En esa zanja cruzada por los intereses –o cegueras estéticas- de grupos más o menos antagónicos (que alguna vez habían coincidido en la Unión Democrática, en contra del peronismo), nació la apuesta de los sesenta, que se complicaría con el sesenta y cinco del Di Tella, bajo el trueno de Romero Brest. Ahí, en medio de esos fuegos cruzados, anduvieron los integrantes de la "Otra figuración" y todos los que -desde el teatro, la música, la literatura o la plástica- empezamos a crear en esos años. Eran los tiempos en que los mayorcitos de la izquierda pura postulaban que Borges era un escritor que vivía en la Torre de Marfil y la derecha seguía negando a Roberto Arlt porque escribía mal. Para otras minucias -que contribuían aún más a la confusión general -los nacionalistas ligados a Tacuara acusaban a Borges de ser un escritor inglés y en ciertas partes de la izquierda se sospechaba que Arlt era demasiado anarquista, una especie de Celine que rozaba el fascismo. Entre el testimonio y el esteticismo, andaba la pintura. En literatura, las revistas de izquierda empezaron a reivindicar a Borges; en pintura, contra la quietud de las experiencias geométricas, irrumpía el informalismo e inmediatamente la neofiguración, que también cundía en otras tierras. Y de manera gradual, con retardo, narradores y artistas en general se hacían cargo del eje central de la historia argentina de esos años: el peronismo proscripto. En la memoria pasan rápido los Onganía, los Levingston, los Lanusse, y Cuba y el Che, y aquella Facultad de Filosofía y Letras que allá en la calle Viamonte, unía dos aguas partidas, más o menos, por la calle Córdoba; los intelectuales con Pavese y Sartre encarnados en el sobaco discutían por los bares de la calle Corrientes -de la Comedia a La Cultural, de La Giralda a La Paz, de El Colombiano al Ramos, pasando por El Gardelito- y miraban con desconfianza a esos pintores que se reunían en El Florida, de Viamonte y Florida; en El Moderno, de Maipú -cuya puerta encaró, después, la Galería del Este que daba al Di Tella-, porque la plástica "era elitista" y era fácil remedar a Magritte cuando decía "más bruto que un pintor", agregando "argentino". Los pintores respondían con largas borracheras en las que endiosaban la vitalidad para reírse de los intelectuales. Más de una vez, esas peleas más o menos teóricas terminaban a las trompadas en el sótano de El Coto -especie de zona franca, o portuaria, donde las futuras filósofas o sociólogas se trenzaban con las huestes de las artes visuales especialmente elegido para duelos que debían ocultarse de la policía. Aquella época era una ráfaga, que no voy a historiar, porque mi única intención -al describir estas líneas donde saludo los treinta años de la primera muestra de "La otra figuración"- es mentar un clima, no sentar una teoría. En todo caso arriesgo una sola: que "la otra figuración" nació de la tensión de esa época, de la ferocidad de lo subyacente, de la premonición -en el medio del ruido-de lo que iba a pasar y también de la compartida esperanza de que no pasara lo que después pasó. La violencia que se reprochó por aquella época a la neo- figuración y a sus adyacencias ya no se lee como una moda, sino como una premonición. Los campos de concentración de Deira, y los relieves que desafían la noción del espacio de de la Vega, los rostros quebrados, fragmentados y las retorcidas explosiones de Macció, las obsesivas citas históricas de Noé con sus lecturas irónicas de la épica -para citar impresiones, recuerdos- también querían ser una sacudida que no sólo tiene que ver con el desarrollo más o menos cronológico de la pintura argentina, sino fundamentalmente, con la historia del país. No me toca a mí, esta vez, ni el trabajo monográfico ni el intento de esclarecer un movimiento que habla por sus obras. En aquellas épocas yo andaba más bien por la calle Corrientes y un día tuve que cruzar el Rubicon y caí a El Moderno, no sé si cuando ya estaba sonando el Di Tella. Noé suele recordar -ajustar- que los artistas de "la otra figuración" no eran del Di Tella, porque la verdadera generación Di Tella nació en el sesenta y cinco; es cierto -lo marcan diferencias de procedimiento en las obras del grupo- pero en la memoria aquel primer día de El Moderno se me junta con ese día, de muchos después, en que entré al flamante Bar-Bar-O (que durante años fue como mi casa), en la calle Reconquista, y lo vi a Noé tecleando en una vieja máquina portátil que nadaba, o volaba, en el mostrador. Me acodé en la barra y pedí un whisky; Noé me lo sirvió, y siguió escribiendo sobre la argentina colonizada, o sobre pintura. Años después, en el Rosebud de París, me encontré -era casi la madrugada- con Macció en otra barra, frente a otro whisky; discutía pintura con Antonio Seguí. Discutían. A Jorge de la Vega lo vi un rato antes de que muriera, en la puerta del canal donde había ido a charlar sobre su condición de cantor y autor de letras que todos recordamos como crónicas de época: "yo aceitaba mis aviones/ tu lavabas tus perlas en el mar". A Ernesto Deira lo recuerdo, imperioso, en un mediodía de sábado del Florida Garden: insultaba intelectualmente a un pintor por haber' viajado con Videla a Venezuela, su cuerpo era chico para tanta pasión. Discutían, siempre los he visto discutiendo. Del mundo, y sobre todo de la pintura. Muchachos con pintura en la cabeza, pero pintura que va a durar porque saltó la zanja del autoritarismo estético en el momento en que todos necesitábamos saltar. Miguel Briante /1991 Prologo para el catalogo de la muestra DEIRA, MACCIO, NOE, DE LA VEGA 1961 NUEVA FIGURACION 1991

 
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