Inaugura jueves 18 a las 19 hs.
Gacetilla / Malba – Fundación Costantini abre el calendario de exposiciones 2010 con una muestra dedicada a la renovación del arte cubano, a partir del surgimiento del movimiento moderno entre 1920 y 1940. Curada por Llilian Llanes –creadora de la Bienal de la Habana-, se presentan aproximadamente 150 obras, entre pinturas, fotografías, dibujos y material documental, procedentes del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, de la Fototeca de Cuba y de colecciones privadas.
La exposición se divide en tres grandes núcleos temáticos, considerando los presupuestos que guiaron la modernización de la pintura cubana y el universo formal y conceptual dentro del cual se movieron sus artistas: una nueva mirada hacia la mujer, defendida como individualidad; el nacionalismo, en tanto búsqueda de las propias raíces; y la relación de la vanguardia cubana con los conflictos políticos de su tiempo, en donde se destaca el rol de la caricatura, género en el que comenzaron los enjuiciamientos sobre la realidad del país.
Estrechamente vinculado con el despertar de la conciencia nacional, el movimiento moderno en Cuba se expresó originalmente a través del rechazo a los modelos políticos y culturales neocoloniales, y desempeñó un papel significativo en la conformación definitiva del concepto de Nación cubana.
“Se ha dicho —y no sin razón— que la contribución fundamental del arte cubano dentro del movimiento moderno radica en la manera en que formuló la problemática de lo nacional, en el intento por descubrir la esencia de su identidad. Incluso aquellas figuras cuyos aportes al arte universal son incuestionables trascendieron, entre otras cosas, por la íntima relación que establecieron con sus raíces y por esa voluntad de reconocimiento de lo propio y de exaltación del orgullo nacional. En definitiva, si algo le dio categoría a la vanguardia cubana fue justamente la dignificación que la misma hizo de su cultura y de su gente”, asegura la curadora Llilian Llanes.
Caminos de la vanguardia cubana también destaca la importancia que tuvo el dibujo y la obra sobre papel en general en los primeros acercamientos de todos estos artistas a un nuevo concepto del arte y de la realidad dentro de la cual se movían. “Esta exposición aspira a mostrar que, después de la contradicción básica entre lo viejo y lo nuevo, entre la mentalidad conservadora y la moderna, el principal desafío del movimiento de vanguardia en Cuba se circunscribió a una sola pregunta: qué era realmente lo cubano”, resume Llanes.
En simultáneo con la exposición, Malba edita un catálogo bilingüe español – inglés, que incluye un ensayo curatorial, una cronología biográfica e histórica y la reproducción color de cada una de las obras presentes en la muestra.
La búsqueda de una identidad cultural
“Como ocurrió en otros países de la región, el universo ideo-conceptual de la vanguardia cubana se estructuró a partir de tres principios básicos: el nacionalismo, el universalismo y el sentido de la responsabilidad social asumido por sus miembros”, explica Llanes. En el plano de la estética, la rebelión de los vanguardistas cubanos encontró el fundamento de su identidad en la investigación de las raíces propias. En ese proceso de reconocimiento colectivo, descubrió la diversidad como su componente esencial y valorizó el aporte de todos sus individuos a la conformación de la nación, sin importar la raza ni el origen social.
En términos generales, defendieron la cultura popular y lucharon por el reconocimiento de sus contribuciones a la cultura nacional; promovieron el desarrollo del sentido de pertenencia a un espacio definido, diferente, descubierto en sus íntimas peculiaridades, sin rechazar la pertenencia al espacio universal ni el derecho al uso de los aportes de la sociedad moderna internacional; utilizaron temas nuevos extraídos de la vida cotidiana, en los que se exaltaba la vida local. Se trata de elementos visibles en los diferentes campos de la creación artística y literaria, cuyos protagonistas convivieron y se apoyaron mutuamente, contribuyendo a la creación —por primera vez en la Isla— de un verdadero momento de efervescencia cultural.
La exposición se divide en tres grandes núcleos. El primero, dedicado a la temática femenina, tradicionalmente presente en el arte cubano en la forma de retratos, intenta señalar los elementos de continuidad y el quiebre de las viejas fórmulas en la obra pictórica de los modernos. Se introduce una nueva mirada hacia la mujer defendida como individualidad y, mediante un nuevo tratamiento del desnudo —que deja de ser pretexto en la temática mitológica—, llega a la legitimación de la sensualidad y el erotismo en todas sus formas. “Si a través de las distintas formas de abordar la problemática femenina los artistas dan cuenta del creciente protagonismo que fuera de lo doméstico la mujer alcanzó, sería en el tratamiento del erotismo vinculado al género que sus niveles de trasgresión se corresponden con el espíritu de transformación introducido por los vanguardistas”, señala la curadora.
El segundo núcleo se concentra en la visión aportada por la pintura moderna con relación a la tesis del nacionalismo. Se muestra la búsqueda de una mirada hacia las raíces propias a través del reconocimiento del entorno, que incluye tanto el paisaje natural y urbano como el humano y cultural. “Dentro de este ámbito, se han tenido en cuenta los dos acercamientos que prevalecieron: el del llamado criollismo y el de la legitimación del espacio del mestizaje”, explica la curadora. Se expone la prioridad dada a la temática criolla, en particular la de los guajiros, que sólo alcanza su dimensión más completa con la aparición de Amelia Peláez y su recreación de lo criollo.
Lo mismo sucede con Wifredo Lam, quien a través de una apropiación de las esencias de la cultura afrocubana le da una dimensión universal y se aleja del habitual tratamiento folklorista al que el negro estaba sometido. “El reconocimiento del negro como parte de la nación cubana y la priorización que su problemática adquirió dentro del vanguardismo tuvieron que ver con el rechazo a la marginación a la que había sido sometido históricamente, así como a la falta de valoración dada a sus aportes en la conformación de la identidad nacional”, ejemplifica Llanes. Por primera vez, se exhibe la fotografía de José Manuel Acosta como parte del movimiento de vanguardia cubano, por sus investigaciones formales dentro de las temáticas de reflexión en este módulo.
El último núcleo propone un conjunto de piezas que revelan el compromiso de la vanguardia con los conflictos políticos de su tiempo. Se recurre a la caricatura porque, dentro de las artes plásticas, es el ámbito en donde primero se expresó ese compromiso y donde comenzaron los enjuiciamientos sobre la realidad del país, y se ejemplifica a través de un personaje que cubrió toda una época: El Bobo, de Eduardo Abela, uno de los mayores símbolos de la resistencia política de las décadas del 20 y del 30. Pero aún cuando la mayoría de los pioneros de la vanguardia tocaron esta temática, adquirió su verdadera trascendencia con Marcelo Pogolotti, quien lo convirtió en el principal motivo de su reflexión y supo ir desde lo local hasta lo universal, abriendo el tema del artista comprometido con los problemas de su tiempo en la pintura cubana.
CV
Llilian Llanes (La Habana, 1947) es doctora en Historia del Arte por la Universidad de la Habana. Crítica del arte, investigadora y ensayista especializada en arte cubano y latinoamericano, fue directora fundadora del Centro Wifredo Lam y directora de las seis primeras ediciones de la Bienal de la Habana. Curadora de numerosas exposiciones, entre las que cabe citarse Cuba Vanguardias 1920-1940, en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM, 2006) y en el Palazzo Bricherasio de Turin (2006). Ha formado parte del jurado de varios certámenes internacionales, entre los que se cuenta la 51º edición de la Bienal de Venecia. Ha escrito y publicado numerosos artículos sobre arte contemporáneo y arquitectura cubana.