En tiempos de crisis y alienación, las reacciones que emergen del campo artístico resultan fundamentales para entender el desarrollo de las formas de vida en las grandes ciudades. Nuestro comportamiento frente a circunstancias sociales modifica el espacio y viceversa. Al mismo tiempo los objetos y dispositivos con los que convivimos adquieren otra relevancia en la narrativa urbana. Desde hace décadas existen artistas que exploran y enfocan su trabajo estudiando, indagando y modificando el espacio urbano.
Entender “la calle” como una gran constelación de símbolos y acciones, permite detectar patrones y acceder a nuevas lecturas que invitan a participar, generar un cambio y dejar un mensaje. Una acción tan primitiva que conecta a las pinturas rupestres con la necesidad de expresarse, dejar registro y romper la programación cotidiana proponiendo nuevas lecturas desde la subjetividad, cambiando la realidad y dejando una huella en nuestra corta existencia.
¿Qué sucede en la tensión público - privado? La irreverencia del Arte nos permite fisurar estas fronteras y al mismo tiempo reflexionar y cuestionar sus elementos, su génesis y su verdadero sentido. El proyecto reúne trabajos de Elian Chali, Franco Fasoli, Milu Correch, Nicolas Romero, Nina Kunan y Sol del Río trabajando en colaboración y desarrollando proyectos de sitio específico sobre la arquitectura simbólica que les convoca. Caracteriza a este grupo, su mirada crítica y experimental de lo que representa el habitar en nuestra realidad contemporánea. Si el fundamento original de una ciudad es el punto de encuentro e interacción, ¿porque cada vez existen más muros, burbujas e interferencias?
Con el avance de las urbes como centro de producción de capital, tecnología y vida, generaciones completas de artistas encontraron un modo anfibio de vivir el arte en este nuevo ecosistema. Moviéndose entre medios sin prejuicios, readaptándose y reinsertándose en nuevas áreas. Se desplazan libremente como interconectores entre los distintos escenarios del tejido sociocultural.
Sin ser el fin, cumplen un rol activo en la comunidad generando vínculos, derribando muros, compartiendo cultura y cosmovisiones. Llevan y traen información, colaboran entre sí, descontextualizan materiales y técnicas, abriendo el juego a la interacción humana en su amplitud social. Motivados por el DIY (Do It Yourself) y reactivos a los tiempos de nuevas normalidades multimediales, despliegan una forma de transformación y adaptación constante en tiempos de supervivencia.
La exposición presenta distintas propuestas que irrumpen el orden esperable y conectan el afuera con el adentro de forma disruptiva. La diversidad de técnicas, materialidades y formatos aportan una riqueza plástica y conceptual que también da cuenta del amplio desarrollo de esta escena más allá del muro. El espacio de la Fundación Santander se impone a los artistas como un gran vacío a interpelar a partir de acciones simbólicas. Cada uno de los artistas invitados propone una intervención espacial que modifica y re-significa el espacio reflexionando sobre distintos aspectos de la vida urbana contemporánea.
Un volumen irrumpe el espacio y obtura la circulación transformando desde el color. Se generan nuevas dinámicas conectando el adentro y el afuera mientras que un despliegue de indumentaria erótica viste una gran escalera con excitante sensualidad. Los espacios nos programan y nos ponen en acción. El jardín interior cuestiona la historia desde la escultura efímera. Porciones de pseudos monumentos públicos se despliegan en una situación incompleta y simbólica que nos conecta con la ruina y el proceso.
Desde la colaboración, la pintura y la recolección de objetos, aparece una instalación escenográfica donde los productos de la sociedad de consumo se presentan en sus variadas dimensiones. Al mismo tiempo, un concepto abstracto generado a partir de programación digital y sonido toma forma física y ocupa el espacio en un acto de creación.
A través de un recorrido ecléctico y por momentos distópico, entramos en contacto con diversas lecturas de la realidad y el uso de los espacios a partir de distintas tecnologías. La calle siempre ha sido un lugar de expresión política y cultural natural del humano, un espacio de biopoder, donde la vida se hace visible y demanda política. Se constituye entre los cuerpos dados, porque la acción política sólo puede ser colectiva.
El aspecto urbano-humano de una ciudad, refleja su identidad y carácter cultural. En un contexto de transformación profunda del espacio público desde el habitar colectivo a lo legal, atravesando pandemias y protocolos, la siguiente exposición invita a reflexionar, tomando partido activo y valorizando una escena artística de importante crecimiento e influencia cultural durante las últimas décadas.
Julian Manzelli
Curador ANFIBIOS