Inaugura miércoles 13 a las 19 hs.
Gacetilla / Una exposición de Alberto Greco (1931-1965), integrada con obras inéditas en la Argentina.
En 1965, luego de haber pasado un tiempo en Buenos Aires y de un breve viaje a Nueva York, Greco se instaló en España. Permaneció un mes en Madrid, donde el 18 de mayo presentó la “muestra de un día” con Manolo Millares y el grupo ZAJ (Juan Hidalgo y Walter Marchetti), en la Galería Edurne, fundada por Margarita de Lucas y Antonio de Navascués. Millares presentó tres “artefactos” y el colectivo ZAJ realizó dos etcéteras zaj. El grupo colaboró también con una acción en la que todos los presentes hacían sonar cascabeles. Entre los trabajos del argentino se encontraba Horno crematorio (1965, tinta y aguada sobre papel, 65 por 50 centímetros), incluida en la presente selección.
En 1991, la Galería Edurne presentó otra muestra de Greco, con obras conservadas por Peter Valentiner, un coleccionista alemán. La exposición, que se reitera en la Fundación Klemm, estaba compuesta por dibujos realizados con lápiz, bolígrafo, tinta china y collage; también había varios documentos muy diversos, entre ellos cartas, tarjetas (con texto de Ben Vautier) y fotografías.
Como señala el crítico español Juan Manuel Bonet en la nota incluida en el catálogo de la muestra, “no estamos aquí ante el Greco “mayor”, sino ante unas cuantas reliquias”. [Pero] era un dibujante espléndido, sobre todo cuando se enfrentaba a motivos como España negra o sexuales. Sus dibujos están llenos de textos: “Viva los que gritan”, “Since Brueghel’s days”, “Comprar sillas, vino, vasos, tangos”. A veces utiliza soportes encontrados, como en un apunte de pájaros, realizados sobre una fotografía, aparecida en ABC, de una carta de Miguel Ángel”.
En el texto de presentación de la muestra, su curador, Jorge Lopez Anaya, señala que “Alberto Greco es un personaje casi mítico, su vida intensa y extremadamente breve, que a primera vista aparece como una mezcla de fe, de candor, de voluntad de poder y de impostura, contribuyó a crear la leyenda. En apenas una década, pasó rápida e intensamente, casi con desesperación, por la poesía y la pintura informalista en Buenos Aires, San Pablo y Río de Janeiro, el Vivo-Dito en París, el teatro-performance en Roma, el Manifiesto del Arte Vivo en Génova, los cuadros-textos y los objects vivant en Madrid, las delirantes confesiones de Besos brujos en Piedralaves y el suicidio en Barcelona. El inventario de la breve y caótica deriva, por supuesto, es incompleto”.