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Paloma por Saderman

Anatole Saderman Carlos Alonso Ivonne Fauvety

Del 11 de Abril al 30 de Abril de 2012 - Inaugura: 19hs  - Entrada: libre y gratuita

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Fotografías de Anatole Saderman, Dibujos y pinturas de Carlos Alonso y Ivonne Fauvety.

"Paloma tuvo siempre una atracción especial por la lente de la cámara de Anatole, se gustaban mutuamente, ya desde sus 4 años, en nuestra casa de la calle Méjico, con su perrito y sus canarios.

Anatole llegaba con sus cámaras, nunca más de dos y siempre de día. Y él simplemente se acomodaba al ritmo de ella, a sus risas y a los aconteceres del momento.

 

Nunca le indicaba una pose, ni la dirigía hacia una luz, pero con la rapidez de su ojo experto y sensitivo aseguraba el instante mágico del tiempo que huye y se transforma en una presencia que nunca más será ausencia. El romance duró casi 20 años. Y sigue ahora en esta muestra, que gracias a la gentileza de Alejandro Saderman, hijo de Anatole, podemos disfrutar plenamente" 

 

Mercedes Alonso - Ivonne Fauvety

 

En paralelo con Los pasos de Paloma, una propuesta poética-teatral con la que Mercedes Alonso le rinde homenaje a su hermana Paloma, desaparecida en 1977, en el Centro Cultural de la Cooperación se inaugura la muestra Paloma por Saderman. La misma está compuesta por un total de 16 fotografías inéditas de Paloma tomadas por el gran fotógrafo Antole Saderman –seleccionadas por Mercedes Alonso y  por el hijo del fotógrafo, Alejandro Saderman, sobre un total de 90. El valor documental y testimonial reside en que registra la intimidad cotidiana de la familia, constituyendo un documento único, jamás mostrado. Completa este conjunto el Retrato de Paloma, de Carlos Alonso. A su vez, en el Hall de acceso a la Sala Raúl González Tuñón, donde se presenta la obra con dirección de Laura Yusem, se exhiben retratos de Ivonne Fauvety, su madre. Completan la muestra documentos personales de Paloma, su diario, apuntes, cartas y fotos familiares.

 

Curadores: Juan Pablo Pérez, Sabrina Díaz, Alberto Giudici


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Leo en mi diario: ‘Es la única oportunidad que tengo. La única vida. Ya nunca más voy a vivir lo que viví y vivo. Y la frase de Vinicius, al pie, con letra temblorosa: ‘La cosa más linda del mundo es vivir cada segundo como nunca más. Miro el reloj: este segundo que pasa ya pertenece al pasado. Es la noche del viernes. El lunes cumplí 21 años. Nunca más voy a tener 20. Tendré 22, 23, 25, 50, pero nunca más 20. Es terrible, pero inexorable. No hay que perder un segundo. No se puede recuperar. ”.

 

Fragmento del diario íntimo de Paloma Alonso.


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Relato de Alejandro Saderman     

 

Como heredero y depositario de la obra fotográfica de mi padre, Anatole Saderman, en la labor de inventario y organización de su archivo me ha tocado revisar más de una vez cajas y sobres con negativos, tratando de confirmar la identidad de los retratados.

Si bien dedicó los últimos años de su actividad al paisaje urbano, porteño y europeo, mi padre es conocido sobre todo por su condición de retratista, y frente a su cámara desfilaron prácticamente todos los artistas plásticos argentinos  durante sus años de actividad en el primer estudio de la avenida Callao, luego en la calle Lavalle, y por fin en la calle San Martín.

Alicia Dujovne llegó a decir en un reportaje que artista plástico que no hubiera sido retratado por Saderman, era como  si no tuviera un rostro.

 

Pero hay uno de estos artistas plásticos a quien mi padre retrató muchísimo más que a cualquier otro, y en diferentes épocas: solo, con su mujer, con sus hijas. Y una de las fotos preferidas por él, y considerada uno de sus clásicos, es aquella en la que aparecen, recortados contra una ventana, los perfiles de un padre y su hija, en un gesto que es como la pura síntesis de esa relación. Los personajes retratados en esa foto son el pintor Carlos Alonso y su hija Paloma.

 

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Relato de Yvonne Fauvety y Mercedes Alonso

 

Las fotografías de nuestra familia, tomadas por Anatole Saderman desde el año 1956 y durante cerca de 20 años en distintas ocasiones, nos han acompañado siempre hasta el día de hoy y han terminado por ser parte de nuestra historia.

 

Además de tener un valor artístico, tienen un gran  valor afectivo, porque están hechas con un cariño que sólo la sensibilidad de Anatole podía conseguir.

 

Viajaron hacia otras casas familiares, nos acompañaron en los cambios de viviendas y durante el exilio en España; vivieron en álbumes, en marcos de plata sobre las mesas de luz, enmarcados como cuadros en las paredes.

 

Son inapreciables como inspiración y estudio para dibujos y cuadros. Y son sus últimas fotografías de Paloma, a sus 18 años, las mismas que sirvieron para los afiches de la Memoria a 20 años del Golpe, para la colocación de las baldosas, y para nuestros recordatorios anuales en Página 12.

 

Paloma tuvo siempre una atracción especial por la lente de la cámara de Anatole, se gustaban mutuamente, ya desde sus 4 años, en nuestra casa de la calle Méjico, con su perrito y sus canarios. Anatole llegaba con sus cámaras, nunca más de dos y siempre de día. Y él simplemente se acomodaba al ritmo de ella, a sus risas y a los aconteceres del momento. Nunca le indicaba una pose, ni la dirigía hacia una luz, pero con la rapidez de su ojo experto y sensitivo aseguraba el instante mágico del tiempo que huye y se transforma en una presencia que nunca más será  ausencia. 

 

El romance duró casi 20 años. Y sigue ahora en esta muestra, que gracias a la gentileza de Alejandro Saderman, hijo de Anatole, podemos disfrutar plenamente.

 

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Pequeños rituales, por Laura Lina

Hace algún tiempo me encontraba paseando por el barrio de San Telmo.

Siempre lo hago, en una rutina en la que recorro mentalmente cuadras que conozco de memoria. Hacía mucho calor, así que, con mi gaseosa en la mano, empecé la clásica recorrida. Justo en la esquina de Defensa y Estados Unidos, en el momento de agacharme a juntar algo del suelo, me di cuenta dónde estaba.

Estaba justo sobre una placa de mármol, que decía algo así como “Acá vivió Paloma Alonso, detenida tal fecha de tal mes de 1977”. No pude evitar el escalofrío. No solo sentí una sensación de profanación, sino que me pregunté cómo no la había visto antes.

Tomé distancia, y me di cuenta de que algunas personas se habían acercado a ver. “Ah, pero era del barrio”, “Mirá la edad que tenía, era una nena”. Estuve un rato largo en la esquina, quizás cuidando que nadie más pisara ese lugar.

 

Al momento de irme, descubrí que en mi trayecto había muchas otras de esas placas que la Asamblea de San Telmo había colocado. Siempre vuelvo a pasar por ahí, y siempre vuelvo adonde está Paloma. A veces me quedo sentada en el bar de la esquina, en una especie de pequeño ritual, observando lo que hace la gente. Muchos pasan por arriba, pisan la placa, sin registrar siquiera su existencia. Pero hay otros que no. A otros les pasa lo mismo que a mí, y entonces se quedan unos minutos atónitos, y otra gente vuelve a acercarse.

 

Socializar una experiencia individual es seguramente la herramienta más clara y palpable que nos permite construir y vivenciar las prácticas artísticas a través de múltiples subjetividades, identificaciones estéticas y acciones conmovedoras que vuelven a recomponer lo lazos sociales de aquellas fracturas de la memoria.

TEXTO DEL ARTISTA

 

Una semblanza para Paloma

  Quiero contarles quién fue realmente Paloma, para que juntos la recordemos y los que no la conocieron sepan de su carácter y de su notable personalidad.
  Paloma nació el 25 de julio de 1956, bajo el signo de Leo y con el ascendente en Libra. Por lo tanto fue desde el vamos una protagonista.
  De entrada se sabía que ella era la que iba a imponer su personalidad, porque fue una beba que comía y dormía, solo cuando ella quería. No aceptaba horarios ni imposiciones y había que convencerla, tiernamente, teniéndole la manito, cantándole canciones, paseándola y acunándola.
  Si bien fue una pequeña tirana, fue también increíblemente cariñosa y prodigaba amor y alegría. Sobre todo alegría. Constantemente se movía, corría, bailaba, cantaba, charlaba sin parar. Era incansable, un exceso de energía encerrado en un cuerpo pequeño y nervioso.
  Y era tremendamente seductora. Te miraba muy seria con sus grandes ojos rasgados como evaluándote y te conquistaba con su mejor sonrisa.
 

 

Tenía tres años cuando tuvo un accidente que le pudo costar la vida. Cayó de la terraza de nuestra casa a cuatro metros de altura cuando quiso bajar sola por una escalera muy empinada. Recuerdo todavía con el horror que contemplé su cuerpecito tirado en el piso sin movimiento alguno. Pero estaba ilesa, sin ningún golpe, en una suerte de milagro que asombró y maravilló a todos. Fue de esos hechos que no tienen explicación lógica.
  Tenía cuatro años cuando nació su hermana Mercedes. La circunstancia fue que su padre tuvo que viajar a Europa tres meses antes de su nacimiento. Y como fue precoz en hablar y razonar, también fue precoz en responsabilidad.
  Ella me cuidaba y me amenazaba con abandonarme si yo no hacía lo que los médicos me habían prescripto. El día que nació su hermana, la fue a buscar y se la quería llevar. -"¿Dónde esta mi niña?", decía. Y fue su niñera, maestra, mamá sustituta y la protegió y cuidó siempre, aun cuando la mandoneaba a más no poder.
 

 

Su adolescencia pasó inadvertida, no recuerdo que haya tenido mayores problemas, porque era buena alumna y naturalmente líder entre sus compañeros.
  Le gustaba con locura bailar y lo hacía con infinita gracia, pero el baile tenía que ser libre, no académico. Era otra expresión de su libertad y alegría de vivir.
  Lo que más se destacaba en ella era su sentido de la amistad y el compromiso afectivo, que fue la constante de su vida y que paradójicamente resultó ser su cruz.
  Tenía apenas 14 años cuando su padre y yo nos separamos. -"El problema es de ustedes" – dijo, poniendo distancia y sin tomar partido. Pero, claro, ella no lo pudo saber entonces, eso fue el fin del hogar y el comienzo de su vida adulta.
 

 

Poco tiempo después decidió que era hora de conocer el amor completo y como se sentía enamorada, nos comunicó a todos lo que había decidido hacer. Se rodeó de todas las circunstancias mas románticas y placenteras que encontró y organizó el evento como si fuera su noche de bodas, tomando además las precauciones necesarias para evitar cualquier consecuencia desafortunada.
  Y así conoció el AMOR, sin hipocresías, sin esconderse y con plena conciencia de lo que hacía.
  Estaba tan segura de lo que quería y de cómo lo quería que su juicio y su acción resultaban inapelables.
 

 

Me he preguntado siempre qué habrá sido del chico que tuvo que lidiar con tamaña mujer.
  Tenía 16 años cuando su padre le concedió el privilegio de ser menor emancipada y 18 cuando pudo irse a vivir sola.
  En esa época, 1974, Paloma, junto con otros compañeros de militancia, enseñaba alfabetización en fábricas y villas miseria. Su compromiso era el de todos los jóvenes de su generación. En su idealismo querían una Argentina no dependiente. Tenían muy claro quiénes eran los verdaderos enemigos de la patria. A diferencia de nuestra generación, amaban profundamente el país y creían en él.
 

 

También viajó a Roma a ver a su padre y al Perú a trabajar con los indios. Ha dejado escrito sus muchas impresiones de estos viajes, que dicen de su gran poder de observación y de su Alegría por vivir esas experiencias.
  Pero esa época, sobre todo después del 24 de marzo de 1976, ser menor emancipada, vivir sola, ser hija de pintor tildado de comunista y de padres divorciados, y aunque no lo crean, ser maestra jardinera era altamente sospechoso y subversivo para la mentalidad enferma de los militares del proceso.
  La fueron a buscar a su casa, en San Telmo. Fue la madrugada del 30 de Julio de 1977. Hacía cinco días que había cumplido 21 años. Y lo había festejado con una gran fiesta. Una pareja amiga que concurrió a su cumpleaños fue secuestrada al volver a su casa.
  Hubo cuatro días para que alguien, amigo, compañero, militante, cualquiera, le avisara. Nadie lo hizo, nadie la relacionó con ese secuestro, estaba totalmente abandonada a su suerte.
 

 

Cuando yo me enteré y fui a su casa a contárselo, ya era tarde. Esa madrugada se la habían llevado.
  ¿Adónde? ¿Por qué? ¿Quiénes? Fueron tres años buscándola y prefiero no acordarme de todas las veces que rogamos, golpeamos puertas, investigamos, entrevistamos, pedimos, suplicamos y mendigamos una respuesta, una pista de su paradero y su destino. Pero no hubo nunca nada oficial ni cierto. Solo mentiras, suposiciones, promesas incumplidas y un silencio sin fin.
  Sin embargo durante un tiempo teníamos esperanza en la propia naturaleza de Paloma que aún tan llena de poesía e idealismo pudiera elaborar esa terrible situación. Esa fuerza y valentía que le hacía decir "Yo soy mujer, no un ratón", esa vivacidad, esos enormes deseos de vivir y amar y ser amada. Teníamos esperanza y confianza en que estas condiciones pudieran protegerla del atropello, la injusticia y la perversidad de sus secuestradores. Pero todo fue en vano.
 

 

Su carta natal dice que encontró una muerte súbita y violenta el día 24 de setiembre del mismo año. Es decir que, presumiblemente vivió 55 días de cautiverio en medio de lo que hoy sabemos fue un horror, la degradación y el martirio de ella y de los miles que fueron torturados y asesinados salvajemente por los autollamados Salvadores de la Patria, hoy ya totalmente destruida como país, como cultura y como Nación soberana.
  A falta de otros datos he aceptado esta fecha, 24 de setiembre, como cierta y a ella me remito cuando debo, para mi salud mental, elaborar una historia en la cual creer. El rito de la muerte necesita de fechas para la comprensión total de la pérdida de un ser querido. La idea de la desaparición es demasiado atroz para que la mente pueda elaborar y aceptar esa realidad.
 

 

He tardado 20 años en hacer el duelo y en aceptar que todo lo que pasó fue inevitable.
  Tengo la sensación de que todo lo que vivió, amó y sufrió lo hizo con una intensidad que estaba relacionada con el corto tiempo de vida que disponía. En pocos años tuvo que aprenderlo y vivirlo y no hubo tiempo para la pereza ni la frivolidad. Ella tenía que irse y se fue. Pero dejó una conmoción que durará por siempre.
  Aun cuando no tuvo un talento especial artístico que desarrollar, su excelencia estaba en su sincera y generosa entrega a las personas que amaba. En su sensibilidad para la poesía y el baile, en su gusto innato por las cosas bellas. En su sencillez y falta de artificios. En su inteligencia y honestidad. Y en la alegría que prodigaba con su natural vivacidad.
 

 

Han pasado 24 años de su desaparición. 24 años en que no se ha podido llenar ese espacio vacío donde no pueden crecer más, flores ni plantas.
  Vivo actualmente en la que fue su casa. Veo el mismo paisaje del cielo, ciudad y río desde la ventana del piso 12 de San Telmo. A veces siento que estoy mirando con sus ojos y cuando veo venir una sudestada en el horizonte, esas tremendas tempestades de viento y relámpagos que se forman sobre el río, entonces siento que la extraño terriblemente y que daría cualquier cosa por tenerla nuevamente a mi lado.
 

 

Pero no guardo en mi corazón odio hacia los responsables de esa tragedia.
  El odio me hizo daño a mí y me impide tener la serenidad para comprender en su justa medida lo que pasó, y entender hasta qué punto los seres humanos están extrañamente unidos como hilos en esta urdimbre y trama de hierro que son los destinos humanos.
  Y entonces, me gustaría poder llegar a decir un día, junto con el Dante:
"Dejad que extienda, piadoso,
El olvido su manto,
Sobre lo que se hizo por error
El resto que lo juzgue Dios."
 

 

Quiero terminar esta semblanza de Paloma agradeciendo a todas mis amigas que están ahora aquí y que estuvieron firmes acompañándome en las horas más difíciles. Marilú, Janine, Ana Rosa, Rita, Leticia y sobre todo Elba Alonso, tía de Paloma, que fue la amiga que más me ayudó, acompañó, alentó y sufrió conmigo la frustración de no encontrarla jamás.
  Y a Mercedes, mi otra hija querida que con tanto esfuerzo y valentía ha luchado para sobreponerse a esta enorme tragedia y me ha querido y soportado y compartido mi dolor.
  Y a Carlos Alonso, que compartió conmigo parte de esta historia y con quien estaré siempre unida en el dolor, por la pérdida de nuestra hija. A todos ellos mi más profundo cariño y agradecimiento.

 

Cordialmente,
Ivonne Fauvety

 

ARTISTAS PARTICIPANTES

 
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